Una escritura como tratamiento a la ausencia de relación sexual
Por Alejandro Góngora, miembro de la NELcf Santiago de Chile y la AMP
Signos grabados en conchas de carey y huesos de búfalo. Signos que ostentan las vasijas sagradas y los utensilios de bronce. Adivinatorios o utilitarios, se presentan ante todo como trazos, emblemas, actitudes fijas, ritmos visualizados. Porque es independiente del sonido invariable, porque forman unidad en sí, cada signo preserva la ventura de seguir siendo soberano y, con ello, la de perdurar. Así, desde los orígenes, la escritura se niega a ser un mero soporte del idioma hablado.
F. Cheng.
Hoy me propongo compartirles una lectura, porque de eso se trata cuando uno se enfrenta a una escritura que no es lectura de un sentido, esos proliferan por todas partes. Es la lectura de la letra, y por tanto, de un vacío, de un goce atrapado entre los pliegues de su caligrafía.
“Cuando Dios modelo en arcilla al primer ser humano, le pinto los ojos, los labios y el sexo y luego le pinto el nombre de cada persona por miedo a que lo olvidara.
Cuando Dios quedaba satisfecho de su creación dio vida al modelo de arcilla firmando con su nombre” (Pillow Book)
Dos consideraciones preliminares de este texto con el que inicia la primera escena de la película, y que quiero que retengan, no porque vaya a intentar explicarlas del todo, sino por las resonancias que presentarán para lo que les quiero proponer hoy. En esta especie de mito de la creación del ser humano, lo primero es que antes de ser humano es modelo de arcilla, existe solo como materia extraída de la tierra. En segundo lugar, este mito japonés, a diferencia del occidental donde primero fue el verbo, donde el verbo se hizo carne, no solo se sostiene de la palabra, sino que además necesita de una escritura que de vida.
Con este texto asistimos al inicio de este film de Peter Greenaway, Pillow Book o el libro de la almohada o cabecera, inspirado en el texto del mismo nombre de Sei Shōnagon, dama de la corte al servicio de la Emperatriz Teishi del periodo Heian de finales del siglo X.
La protagonista de nuestra película, Nagiko Kiyohara No Motosuke Sei Shônagon comparte nombre con esta dama y la toma como inspiración. Su tía la alienta a que ella también tenga un libro de la almohada del cual la protagonista nos dirá que: “Un día podría rellenarlo con las historias de todos mis amantes”
En esta escena inicial es el padre el que escribe sobre su rostro y en la parte posterior del cuello, recitando el fragmento citado. Acto que realiza en cada cumpleaños y que animará a la protagonista la búsqueda insaciable de esta primera marca, a través de amantes a los cuales solicita que escriban sobre su piel.
En este punto, ella se ofrece activamente como papel para sus amantes, con el deseo de reencontrar esa marca inicial, esa satisfacción primera. Ella no es pluma, es solo el papel de su piel en el cual el trazo de la pluma produce un goce, un goce en más que nunca logra atrapar del todo esa satisfacción, por lo que será necesario repetirla una y otra vez, lo que la lanza a esa búsqueda de amantes calígrafos. Algunos mejores amantes que calígrafos, otros, mejores calígrafos que amantes. Ella dice: “El papel me recordaba la fragancia de la piel”.
Cuerpo y escritura nunca alcanzan a anudarse, no hay relación sexual, o goza de la escritura sobre su cuerpo o goza de los amantes. No logra unir esas satisfacciones, hacerlas una. O goza del instrumento pene de los amantes o goza del instrumento pincel de sus calígrafos, pero ambos goces no se tocan.
Considero que esa es su erótica, una erótica femenina, que con Lacan sabemos que tiene un pie en el falo y un pie en ese otro goce que el falo no alcanza a cernir.
Lacan (1971 [2016]) nos dice que la división en el sujeto japonés se satisface por dos vías. Una satisfacción en la palabra y otra en la escritura. El término clave aquí es satisfacción. La palabra y el discurso implica goce, el goce del sentido que al romperse el semblante, es decir, eso que produce sentido, esas nubes que articulan un sentido entre simbólico e imaginario, los S1 caen sueltos portando un goce desprendido del cuerpo y que es recuperado por este como letra.
“Lacan lo formula cuando avanza que el sujeto japonés, en lo que concierne a su identificación fundamental, no se apoya sobre el rasgo unario sino sobre un cielo constelado (…) En el fondo, el S1 merecería perfectamente en este caso su denominación de enjambre” (Miller. 2018, p25.).
El sujeto japones sostiene su división en un cielo constelado, referencia fundamental para el mundo oriental en general y nipón en particular, ya que la división original y por lo tanto la creación primera, es entre el cielo y la tierra. El cielo de los semblantes donde encontramos las nubes, los meteoros y las estrellas. La tierra, superficie donde se escribe. Por lo tanto, para los japoneses, cada nuevo trazo no viene a representar algo del mundo, sino a agregar algo a este, imitando esa creación primera. Para el Nipón, el significante chorrea desde las nubes como gotas de agua, el semblante se rompe (el sentido) escurriendo ramillete de significantes, constelaciones que se abarrancan por las montañas, escribiendo sobre la tierra el curso del agua. Agua que erosiona la tierra produciendo surcos, vacíos y dejando a su paso sedimentos de goce. Letras con las que se escribe un poema en el Kakemono.
Lo que les acabo de compartir como condensado de lo que Lacan trabaja en Lituraterra, me evoca aquella escena donde aquel viejo sabio calígrafo, y probablemente no muy buen amante, le dice a la protagonista mientras escribe sobre su papiel (el neologismo es mío) al mismo tiempo que dice:“La palabra lluvia debe caer como lluvia, la palabra humo debe flotar como el humo. El cepillo se puede hacer de madera, pero solo el hombre puede escribirlo”.
Después de esto escuchamos un pensamiento de Nagiko, la protagonista: “En recuerdo de mi padre y en memoria de Sei Shōnagon, estaba determinada a escoger amantes que me recordaran los placeres de la caligrafía”. Después de esto ella se posa bajo la lluvia y la escritura se va borrando al ritmo de las gotas que caen. Es el ramillete del rasgo unario que se escribe y se borra a la vez. Como dice Lacan en Lituraterra “Tachadura de ninguna huella que esté de antemano”.
Esa escritura que ella busca entre sus amantes calígrafos se produce entre la hiancia del recuerdo del padre y en memoria de Sei Shonagon, pero no logra anudar. Ella intenta realizar la relación sexual entre el amante y la escritura, taponar, saturar esa hiancia a través de la escritura en su cuerpo. Lo interesante es que ninguno de los textos sobre su cuerpo valen por el sentido que producen, y es así como casi nunca tenemos noticia de lo que dicen, solo valen por su trazo, por el goce que atrapa ahí, pero que se borra al mismo tiempo que se escribe. Es eso lo que representa la escena de la lluvia y el borramiento de esa escritura.
“No es necesario que una escritura quiera decir algo para quien quiera que sea para que ella sea una escritura y para que, en cuanto tal, manifieste que cada signo representa a un sujeto para el signo que sigue.” (Lacan. Seminario 14).
Considero que es la confusión de la protagonista, si lo puedo decir así, probablemente proveniente de la marca de la humillación del padre por el editor. Aquella escena que ella contempla el mismo día de su cumpleaños, y que se repetirá para cada aniversario. El editor para publicar los textos, el padre debía pagar con favores sexuales. Escritura y humillación se yuxtaponen, como se yuxtaponen las imágenes en el tratamiento estético que el director le da a las escenas.
Algo de esto cambia, muta, se modifica por un azar, el encuentro con el personaje de Ewan Mcgregor. Mal calígrafo al cual la protagonista da varias oportunidades para mostrar sus dotes sobre su cuerpo. Pero él le propone algo inédito, hacerse pincel, hacerse ella misma calígrafo: “Usa mi cuerpo como las páginas de un libro, de tu libro”. “Trátame como la página de un libro”. Es aquí donde empieza su Pillow Book: “Seré la pluma además del papel”. Esta es una nueva erótica para ella, logrando anudar, o por lo menos así lo leo, las delicias de la carne y las delicias de la literatura, a condición de que no se anuden, sino que se yuxtaponen, es decir, que se mantengan una exterior a la otra, siendo anudadas, tejidas por su propia caligrafía, por su propio trazo.
Sí, todavía faltan los 13 libros y el cómo resuelve el tema de la humillación del padre. Pero considero que es suficiente decir por hoy que creo que va en la línea de ese mismo arreglo, que no satura ni intenta hacer existir la relación sexual. Quizá para esto habría que desarrollar la formulación de Lacan correlativa al “No hay relación sexual”, “Hay de lo Uno”. Por ahí seguiré en otro momento trabajando.
Solo cabría decir que la yuxtaposición de esos dos ámbitos es su erótica que logra unir a condición de no unirse, de encontrar una unión que no satura el vacío, la hiancia del goce. No es que se haga uno de esas dos satisfacciones que habitan en ella, no es que se haga una con sus amantes en el abrazo. Hay en ella un goce que no pasa por el encuentro sexual con sus amantes, sino que se produce en su propio trazo. Creo que es lo que se nos deja ver con la frase de la Sei Shōnagon original, en una escena que se yuxtapone: “Estoy segura que hay dos cosas en la vida que son fundamentales: las delicias de la carne y las delicias de la literatura. Yo tuve la suerte de unirlas y disfrutar de ambas”.
¿Qué es eso que las une, pero que sin embargo le permite seguir disfrutando de ambas, es decir como dos, como disjuntas? Es que la Sei Shōnagon es también ella una calígrafa, y en su trazo logra un tratamiento, un arreglo con esos dos goces, esas dos satisfacciones que permanecen disjuntas, y por eso no hay relación sexual, pero se pueden disfrutar yuxtapuestas.
Referencias
Cheng, F. (1977 [2016]). La escritura poética china. Valencia: Pre-textos.
Miller. J. (2018). «Lacan y la cosa Japonesa, observaciones y preguntas» en Revista Lacaniana de Psicoanalisis. Año 13, N° 24. Buenos Aires: Grama (pp. 17 – 35).
Lacan. J. (1971 [2016]). «Lituratierra» en Otros escritos. Buenos Aires: Paidós.
Lacan. J (1966-1967 [2023]. El seminario de Jacques Lacan. Libro 14. Buenos Aires: Paidós.
Laurent. E. (1999). «El tao del psicoanalista» en Revista El caldero de la escuela. N° 74
Greenaway, P. (Director). (1996). Pillow Book [Película]. Kees Kasander Productions.