¿Transmisión en red del psicoanálisis o gorjeos al vacío?
Por: Carlos Silva Koppel
El psicoanálisis se ensambla a manera de rizoma en la cultura occidental, más allá de la práctica clínica -como lo heredan Lacan y Freud con los aportes de su obra-, para insertarse como elaborador de agujero ahí donde el discurso de la época hace suponer que no existe. El psicoanalista da cuenta de ello, que cada época no es igual a la otra y hace prevalecer el discurso del analista, es la labor bajo cuestión.
El trabajo que llevo en curso a orillas del psicoanálisis, no me permite dejar pasar por alto hacer un señalamiento especial sobre una red social virtual y mencionar cómo el psicoanálisis podría confundirse en este espacio infinito, con todo lo demás. En la historia del psicoanálisis, y básicamente para el pensamiento occidental, la correspondencia ha sido un sustrato importante para su asentamiento; convenientemente, el internet más que la viciada definición de telecomunicación o herramienta, para alguien iniciado en el psicoanálisis es la continuidad de la inveterada práctica de correspondencia, partiendo además de que el acto de comunicar es imposible, más aún telemáticamente. Dicha correspondencia se lleva cabo a través de blogs y correos electrónicos.
Twitter, al igual que Facebook, es una red social virtual con la característica que solo permite escribir 140 caracteres; donde complementariamente pueden hacerse encuestas, subir fotos (…) en general tiene sus dinámicas.
Está en cuestión si en 140 caracteres se puede enunciar algo que no quede en el olvido o que penetre algún lugar del inconsciente. Muchos psicoanalistas han reconocido una población, donde pueden dar testimonio de una elaboración y una práctica, o simplemente compartir algo, que ya lo dejaría en entredicho. También se hacen referencias a hipervínculos a blogs –como lo suelen hacer algunas instituciones del psicoanálisis–, donde ya hay algo más elaborado y quien pase por ahí a querer ver y comprender, es otra historia.
En Tw (Twitter) se exige crear un perfil, un personaje, con foto e identificación: en este caso el psicoanalista, que se anuncia como tal. Los demás usuarios pueden seguirlo o no, teniendo incluso la fantasía de que tienen algún contacto con el personaje, “famoso” o no.
Es interesante lo que aquí sucede, porque en Twitter todos están sordos. Es un hábitat reconocido por el mercado y el mercado político, considerado como un espacio de consumo y opinión “serio”, en el sentido de lo que ahí se dice, tiene condición de verdad y hace eco.
En Ecuador por ejemplo, se toman muy en cuenta los ratings de opinión y popularidad, además de lo que se publica; también se puede mencionar el gran fracaso de varias estrellas del Twitter, que se lanzaron como candidatos políticos en elecciones; o también podemos recordar los cargos legales llevados a cabo por comentarios hechos allí. ¿Cómo ubicar la falta en ese discurso sin caer en la trampa?
Un tweet es un trino. Y Twitter es eso, un conjunto de gorjeos en acción: todos están piando ¿Pidiendo?. Sin duda, es un terreno fangoso, un bosque oscuro donde no se diferencia a un búho de un cuervo, a un sabio de un picador. Es un espacio siniestro que sin lugar a dudas, virtualmente existe como aparato discursivo. Su cualidad de ficción, asevera algo sobre el sujeto, pero el psicoanálisis ahí solo puede hacer acto de perfil para el hipervínculo a la falta.