Reseña: ¿Sujetos agotados, consumidos, dopados?

Reseña:

¿Sujetos agotados, consumidos, dopados?

Presentación del Observatorio:

¿Vamos hacia una cultura toxicómana?

Pedro Domenech Acuña

 La sociedad del consumo aspira a eliminar la alteridad tanto como la falta.

(Miller J.A., “La erosión del otro”)

Agotados, consumidos y dopados son tres significantes que Miguel De la Rosa y Francisco Maquilón, abordaron a partir de la clínica psicoanalítica, la filosofía y la música para hablar acerca del sujeto posmoderno, la relación que guarda este con el contexto y la posterior elección de consumo de tóxicos. Transmitiendo así parte del producto de un trabajo de investigación, a través de sus pasiones, durante el conversatorio realizado el pasado 5 de julio del presente año en la sede de nuestra Escuela.

Francisco comienza esbozando este contexto; menciona, refiriéndose a Foucault, que vivimos en una época del capitalismo de la emoción, donde los sujetos se encuentran en un círculo sinfín de producción y consumo, siendo ellos mismos consumidos por la producción. Una sociedad de rendimiento que pone de frente el ideal de un poder sin límites llegando, en el plano de la clínica, a un imperativo de curación. Una violencia que presiona y produce “fracasados”, agotados por no poder cumplir con la cuota exigida de trabajo y diversión; dando todo hasta que el cuerpo aguante o explote. Se produce, entonces, un agotamiento excesivo que elimina los momentos de pausa. “Los sujetos buscan estímulos para seguir… porque si no siguen caen en angustia”, señaló Francisco.

Miguel abrirá una pregunta implícita: ¿cómo tolerar entonces este ritmo de trabajo y entretenimiento? Para algunos, la droga aparecerá como un recurso que trata de erradicar el dolor, pero no elimina el sufrimiento. Caminan dopados, anestesiados; se vuelven máquinas de rendimiento mecánico, en donde el sujeto está meramente en cuerpo y no en subjetividad. Luis Darío Salamone[1] dirá, citando la mención de Walter Benjamin en sus diarios acerca del consumo de haschisch: “Se anda por los mismos caminos del pensamiento que antes. Solo que parecen sembrados de rosas”. Tenemos así a una sociedad que deja de lado la alteridad y la falta. Por otro lado, sujetos consumidos que en el dopaje encuentran una forma de no tener que lidiar con la impotencia que produce el imperativo “todo es posible”.

Es así como encontramos pacientes que pareciesen desabonados del inconsciente, que acuden en búsqueda de un plan para mejorar, ser eficaces y rendir. Esto da cuenta de la ausencia de pausas, de la intensidad del imperativo, en tanto el plan procura tapar la dimensión de la falta. Los recursos para sostener estos imperativos ya no son solamente clandestinos. El discurso científico, en su afán de cubrir la no relación sexual, provee sustancias al mercado que reducen el amor, su pasión y duración a un proceso químico: dopamina, noradrenalina, serotonina… Pues para sostener una relación, un trabajo, un imperativo, hace falta confianza; y ahora viene en spray. Los sujetos se sumergen en una serie de sustancias espesas, y “¿qué es más espeso que el goce?” Nos dice Miguel. Traen así los expositores, tres respuestas subjetivas propuestas por Sinatra en L@s nuev@s adict@s: ser tonto, canalla o cínico.

Tonto aquel que se identifica férreamente a la propuesta del Otro, “cree en él ciegamente”, lo hace consistir: ¡soy adicto!

Canalla, quien, sabiendo de la inexistencia del Otro, ocupa su lugar para transformarse en el Otro del Otro: el mercado.

Cínico quien goza a partir de la inexistencia del Otro, de manera autoerótica.[2]

Frente al abordaje de estos temas, Antonio Aguirre, intervendrá para mencionar la importancia de la diferenciación de los modelos capitalistas en juego en los diferentes países y cómo estos llevan a cabo la dinámica del consumo, no solo de sustancias. Resalta cómo el exceso de trabajo y de festejo se encuentran imbricados en la actualidad; ya que, no se observa la ritualidad de las fechas que indicaban una regulación entre los momentos, los espacios, las pausas para cada una de estas actividades.

Es a partir de esto que se abre la conversación en la sala y aparece una nueva pregunta: ¿desde qué lugar se puede intervenir desde la orientación propuesta por la clínica psicoanalítica? ¿Qué posibilidades hay frente a un sujeto impotente en relación con su deseo? Francisco Maquilón traerá esta referencia de Miller para orientar una posible respuesta: El analista debería ser un dealer de la droga de la palabra. Posibilitar, provocar al sujeto; de manera que pueda intentar capturar algo de ese goce por la vía del significante.

Al final, encontramos otra pregunta implícita: ¿qué pasa cuando el rito se intercambia por el reglamento? Miguel comenta que en Canadá existe la novedad de una legalización y normalización del consumo de heroína, con la intención de evitar enfermedades causadas por jeringas reutilizadas. Dando paso a la cuestión del límite legal del tóxico, así como su incidencia en el sistema de higiene y control social. Cuestión que podría tratarse en un nuevo conversatorio.

El título del conversatorio alude a una pregunta: ¿sujetos agotados, consumidos y dopados? Que solo al momento de escribir esta reseña noté que no era una afirmación. La misma que abrió una ventana de dudas respecto a este tema que no ha sido muy comentado en nuestro contexto. De manera que, aquel conversatorio no se trató acerca de la transmisión del resultado de un trabajo de investigación, sino de presentar un contexto sobre el cual se sitúan los vacíos, los impasses y las posibilidades al momento de encontrarnos con estos casos en la clínica. Que estas cuestiones no se queden solo circulando en quienes conforman el Observatorio de Toxicomanías, sino que atraviese la escuela y a los convocados por el tema y así… no delirar solos al respecto, tal como nos hacen referencia Francisco y Miguel.

[1] Extraído del libro Alcohol, tabaco y otros vicios de Luis Darío Salamone.

[2] Inédito. Extracto del texto presentado aquel día: ¿Sujetos agotados, consumidos, dopados?

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