Reseña del viernes de Escuela: 17 de noviembre de 2017
El viernes 17 de noviembre en el ámbito de los viernes de Escuela, orientados a la preparación del Congreso de la AMP que se realizara en Barcelona la primera semana de abril 2018, propuse trabajar tres artículos del Pappers # 1.
Elena Sper
El artículo de Sophie Gayard de la efc. Se titula “La psicosis ordinaria, un Jano de dos cabezas”
En este texto puntúo elementos importantes en relación a las psicosis ordinarias como por ejemplo la invitación a los analistas a agudizar en la clínica su atención a la búsqueda de “signos discretos” de índices ínfimos que permitan detectar psicosis que no lo parecían, ordinarias y no extraordinarias, en todo caso en sus manifestaciones sintomáticas.
Ubicando la concepción de la psicosis a partir de la froclusion del NP en la tesis del inconsciente estructurado como un lenguaje, nos ubica en el binario neurosis/psicosis que repercute en el binario presencia/ausencia de un significante en la estructura de la cadena. La causalidad es entonces lingüística. Pero en el camino que va de la clínica estructural a la clínica borromea la Psicosis ordinaria inscribe un jalón. Dice Gayard en como un “Jano de dos cabezas” que puede girarse de un lado y del otro, constituyendo una vez mas no una transición sino más bien un punto de pivote que permite percibir el giro de la perspectiva que opera Lacan “Poniendo el redondel de cuerda en el lugar del uso que daba al significante”.
Por ese camino nuestra atención en las psicosis ordinarias se traslada entonces de un ¿qué es lo que no marcha? A un ¿cómo se sostiene?
Es decir, orientarnos en las singularidades de las soluciones y de los bricolajes de cada sujeto para sostener el nudo de lo simbólico, imaginario, y real.
Segundo texto
El texto de Vicente Palomera-elp, en el mismo Papers #1 se titula “Signos Discretos interesantes” es un texto que me llamo la atención por su título, porque lo que puntúa Palomera es que el hecho de tomar los “fenómenos discretos” como signos pone al descubierto los significantes que le son más propios al sujeto. Estos signos discretos pueden pasar desapercibidos por ser pocos llamativos y muchas veces de una banalidad notable.
Por tanto, cito “habría que tomar en cuenta que los signos discretos en las psicosis, por más sosos o humildes que sean, resultan ser interesantes, siempre que sigamos la exhortación de Lacan de abstenerse de comprender y no borremos ese momento de perplejidad que los signos discretos pueden evocar por mas insulsos que puedan parecer.”
Así Palomera en este texto nos indica que lo que encontramos en las psicosis ordinarias, es el hecho de que las relaciones con la lengua, efecto de la forclusion, más que remitir a los trastornos de lenguaje propios de las psicosis clásicas, nos hablan de la especificidad de determinadas funciones del lenguaje. La cuestión es saber cómo logra cada uno “hacerse” con una lengua propia a partir de la lengua ordinaria.
Sería un modo de anudamiento diferente de la metáfora delirante, como la clásica referencia a Joyce, que no se trata en ningún momento de interpretar el sentido de su obra, lo que interesa aquí es interpretar su posición de goce, interesándose por los medios con los que obtiene el goce. Si bien su escabel es el juego de la letra fuera de sentido, hay que decir, “si, pero no fuera del goce”.
Tercer texto
Así encontramos también en un tercer texto de los Papers #1 de François Anserment de la- nls titulado “Warburg entre invención y descubrimiento”, la invención como una salida posible, sintomática, para la psicosis.
Una invención privada que puede quedarse como un bricolaje propio del sujeto, pero también puede manifestarse con un alcance que va bastante mas allá: una invención privada que puede resultar en un descubrimiento. Es el caso de Aby Warburg, historiador de Arte fundador de una corriente importante que no han dejado de referirse a él, de llevar su nombre. Sus sorprendentes interpretaciones de Historia del Arte abrieron el camino a toda una escuela innovadora permitiéndole al mismo tiempo superar sus insoportables tensiones mentales que le atormentaban.
Warburg vivió el desencadenamiento de un estado psicótico en 1.918. Después de la derrota de Alemania y la caída del régimen, se sintió acosado, perseguido, llegando a amenazar a su familia con un revólver con el objetivo de hacerlos desaparecer a todos para permitirles escapar al destino que imaginaba. Hospitalizado primero en Iéna, fue trasladado en 1.921 a la clínica Bellevue, dirigida por Louis Binswanger, en Kreuzlingen, cerca de Zurich. Presentaba a la entrada un estado psicótico grave acompañado de una excitación psicomotriz intensa que requería un internamiento en régimen cerrado. Como consta en su historia clínica: “Graves ideas delirantes persistentes: la col rizada es el cerebro de su hermano, las patatas son las cabezas de sus hijos, la carne es la carne de miembros de su familia…no debe comer los panecillos del desayuno, ya que si no es a su propio hijo a quien come”.
El mismo Kreaepelin había ido a la clínica Bellevue en 1.923, participando en la discusión del diagnóstico diferencial, y haciendo que se optara finalmente por el diagnóstico de un estado mixto maníaco-depresivo, al subrayar también que él no consideraba que la patología de Warburg fuera irreversible. Esta posición de Kraepelin respecto a un “diagnóstico absolutamente favorable” fue desde luego un factor que contribuyó a una curación posible de Warburg, sin perjuicio de que fuese infinita.
De esa forma Warburg intento una apertura hacia lo que podría llamar Agamben “una ciencia sin nombre”, una ciencia de la cultura que traspase los límites de las ciencias de su época, al anudar Historia del Arte, Antropología, Etnología, Mitología, Psicología, incluyendo una referencia a la Biología.
Es en la exploración de los puntos de fractura, de los intervalos, de donde surge lo nuevo, en un contexto de repetición. Para Warburg el símbolo y la imagen pertenecerían en efecto a una esfera intermedia – Zwischenraum, otro concepto introducido por Warburg – una especie de no man’s land en el centro de lo humano que conduce a Warburg hacia una “iconología del intervalo”: intervalo entre las causas y las imágenes, entre las emociones y los símbolos.