Psicoanálisis aplicado y dispositivos de control

GRUPO DE INVESTIGACIÓN DEL CID*

Responsables: Jessica Jara y Antonio Aguirre, de la NEL-Guayaquil. 

Partamos de la idea de Lacan sobre el psicoanálisis aplicado expuesta en el Acta de la Escuela de 1964. La aplicación del psicoanálisis, -lo había aclarado antes-, se hace a un sujeto que habla y escucha, no a un texto por ejemplo, o a una película. Sin encuentro ni contingencia sólo podría haber conjetura y cuestionamiento, pero no aplicación práctica.

La diferencia, en esa segunda sección de la Escuela, es que el psicoanálisis no es puro, no es “propiamente dicho”, sino que se ejerce dentro de los proyectos terapéuticos.

Dejemos sentada la advertencia que leemos en Televisión y en la Apertura de la sección clínica: los llamados trabajadores de la salud mental son críticos que colaboran con un ensayo vano. Ante esa realidad podemos decir con Lacan que no sólo no vale la pena terapeutizar sino que eso nos retrotrae a lo peor. No hay psicoterapeuta lacaniano.

La extensa investigación de Michel Foucault nos ha probado una cosa: el poder se ejerce hoy con los medios para hacer-vivir. Se pasa de unos métodos disciplinarios a unas políticas de control de poblaciones. Los “dispositivos” normativos de educación, de salud, de planificación, se multiplican según una lógica bidireccional de generalización y particularización “inclusiva”. Foucault y Deleuze hacen del psicoanálisis un colaborador en el dispositivo: una terapia normalizadora. J-A. Miller en su homenaje a Foucault indica que este no reconoce el corte freudiano entre la pastoral y la moderna política de salud mental. Nos toca a nosotros volver a trazar ese corte, ese “filo cortante”, infatigablemente.

El saber psicoanalítico está en la Universidad. En cantidad y calidad variable. El enunciado y la enunciación de los docentes analistas han hecho efecto en el sujeto rebelde y captado en el discurso de la universidad. Algunos hacen del psicoanálisis el argumento para reformar los aparatos en donde, cuando ya profesionales, se van a emplear. Pero no dejan de sufrir cuando son analizantes, e incluso si todavía no lo son por sus inhibiciones, sus debilidades y sus postergaciones. La división entre sus obligaciones laborales y la ética psicoanalítica perciben aún como un ideal. Las urgencias del empleo desbordan sus progresos subjetivos y las válvulas del síntoma y el Acting out dan sus salidas.

Lacan propuso entonces, en la misma Acta del 64, que quien, situado en la condición de analizante hubiera empezado una práctica que involucrara el trato, de cualquier orden, de otras personas, acudiera en busca de un analista de su sola elección, para hacer el control de esa práctica.

Esa propuesta lacaniana no ha caducado. Todo lo contrario. La macrofísica y la microfísica de ese poder salubrista, para usar las expresiones del malevolente Foucault, se combinan con un Estado que se ha erigido como la fuente de un saber único sobre el Bien, la Felicidad y el Buen vivir (sin hablar de su monopolio sobre la Verdad y la Belleza). Ya hemos reconocido en ello el éxito del discurso universitario: la burocracia tecnócrata es su realización.

Empeñados en la misión de hacer valer el psicoanálisis, los operadores de la psicología clínica que tienen “la orientación” se encargan de atender sujetos llamados de modo innovador “usuarios”, “vulnerables”, “beneficiarios”. ¿Qué se atiende en este “usuario”, que antes ha sido “usado” por los dispositivos de un biopoder, de un Otro benévolo, que como mínimo, se propone curarlo, reinsertarlo, re(h)usarlo? Atendemos a su presencia, respetamos su buena o su mala estampa, no lo ofendemos con el trato de patrones, conservamos una cortesía sin exageración, en suma, no lo recibimos con sarcasmos ni con adulaciones, pero no es nada de esto lo que distingue al freudiano que se haya frente al sujeto, que arriba en esta cadena de reenvíos y “derivaciones”. El freudiano escucha las palabras de este viajero como nunca antes y como nunca después de ese momento. Porque de allí, de ese encuentro, surgirá una palabra de respuesta, que si llega, aún si se deniega, hará un poco menos pesada la vida, sin que se pierda el propósito.

La clínica psicoanalítica, dice Lacan en la Apertura a la sección clínica, es lo que se dice en un análisis. En un dispositivo psicoterapéutico son los dichos que circulan cuando allí, algo psicoanalítico ha interferido en el circuito adaptativo y conformista, que hace barrera entre el sujeto y su real, real de goce. Esta barrera es el muro, el que recuerda Lacan citando el poema en “Función y campo…”, haciendo un paralelo en su seminario 19, donde hasta se permite modificar la versión poética original con su propia inspiración. Este muro es el muro del lenguaje, más precisamente esa lengua que se va depositando en los archivos del saber disciplinario y biocontrolador. Una neolengua que se acredita como académica y técnica, como universitaria, pero que es también el significante de la servidumbre intelectual y política con el que se presenta identificado el “usuario”, el “infractor”, la “víctima”.

Vivimos en el tiempo de la disgregación del poder y la autoridad por la acción de la ciencia, la invención del dinero, la democracia y la urbanización, coaligados con el capitalismo. El mismo psicoanálisis hecho producto cultural, ha añadido a este cóctel un ingrediente de sentido: una sexualidad “sin represiones”.

La llamada carencia paterna la comenta Lacan en el mismo seminario 19, dijo que siempre habrá algo para im-pactar (e-pater) el sujeto y a la familia. Somos testigos de las suplencias que hacen impacto en el goce. Estamos en el terreno de un combate permanente de esas suplencias entre ellas. El estado con su maquinaria, sus aparatos, sus dispositivos, su “policía del alma”, pretende y logra en alguna medida im-pactar. Clasifica, nomina, registra, sobre todo agrupa y organiza liderazgos.

En esa posición de líderes, están muchas veces los psicólogos de la orientación lacaniana. Tratantes y líderes, están obligados a portar los significantes del dispositivo, esperan que su propio mensaje les llegue del que acude a verlos, o del que tienen delante, en el taller, en las aulas, en los internamientos, en el barrio donde van a buscarlo, y es que ya la identificación en esos “casos” ha fallado aparatosamente en cumplir su función ordenadora del goce, sin que los desidentificados hayan podido todavía encontrar un mejor destino.

Así pues como advertía Miller en las “Contraindicaciones…” habría que tener cuidado con la dirección a tomar con cada sujeto. ¿Lo oprime mucho la identificación grupal, o ha fracasado y el sujeto está expulsado del grupo identificatorio? Habría que ser prudente con el método, decía Lacan. No apresurarse a cuestionar el lazo imaginario del dispositivo. ¿Será conveniente dejarlo como está? ¿Hay que hacer un remiendo adicional a la medida? ¿El sentido acorrala la vida unívocamente sin dejarle una salida equívoca para el goce del parlêtre?

Parapoeticemos:

Entre el sujeto y el amor está el dispositivo

Entre el hombre y el muro dispositivo está la transferencia/ el amor de transferencia


A eso apostamos cuando respondemos desde la grieta en el muro.

Tenemos un campo de interrogaciones generales. Hay que concretarlas.

 

PARTICIPANTES:

Psic. Verónica Esteves, Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer CEPAM.

Psic. Diana NovakcHospital «Teodoro Maldonado Carbo». Consulta externa y áreas específicas.

Psic. Ericka HernándezEscuela Fiscal del Ministerio de Educación “Monseñor Leonidas Proaño” (Durán).

Psic. Gabriela Febres-CorderoHospital Pediátrico “Roberto Gilbert” de la Junta de Beneficencia de Guayaquil. 

Psic. César TorresONG HIAS. Enmarcada en el refugio y la movilidad humana.

Psic. Diego Huerta, Centro de Internamiento Masculino de Adolescentes Infractores.

Psic. Sara Acosta, Unidad Técnica de Adopción del Ministerio de Inclusión Económica y Social y el Instituto de la Niñez y la Familia.

Psic. Mauricio Orrala, Municipio de Nobol.

Psic. Blanca Nájera, Proyecto de la «Corporación Compartir».

Psic. Estefanía Paz, Liceo «Los Andes» y clínica privada.

Lcda. Delia Pin, Liceo “Los Andes”.

Prof. Daniella Carrera. Unidad Educativa Particular y conservatorio.

Lcdo. Pedro Intriago, Unidad Educativa Jefferson. Profesor de literatura y coordinador del club de cine.

Ing. Carlos Quezada, Cartelizante, interesado en la formación psicoanalítica.

*REUNIONES QUINCENALES, DESDE OCTUBRE DEL 2016.

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