Nuevas formas de subjetivar lo insoportable
Por Marco Gutiérrez C.
Participante del Observatorio de FAPOL “Legislación, derechos, subjetividades contemporáneas y el psicoanálisis”.
La cuestión de lo universal y lo diverso en torno al género, más allá de los acalorados debates que produce en el campo de la razón, nos lleva a una pregunta central: ¿de qué manera se inscriben las subjetividades en la multiplicidad de coordenadas del género?
Siguiendo la brújula de las fórmulas lacanianas de la sexuación, asistimos como época al traslado del Todo y su excepción, característica de la sexualidad masculina, lado izquierdo de la tabla, hacia el No-todo que rige el lado derecho de las fórmulas en la posición femenina. Miller lo llama la aspiración contemporánea a la femineidad y nos puede servir como punto referencial en una conversación entre psicoanálisis y teorías de género.
La época del Todo estuvo marcada por la existencia de un universal que pretendía hacer funcionar las cosas mediante un sistema de valores metafísicos: cosmovisiones, metarrelatos e ideologías que se sirvieron de la moral gruesa del padre para concentrar sentires colectivos en un principio ordenador, no sin esconder el goce bajo la forma de la prohibición; ya en los tiempos actuales, la contemporaneidad se desmarcó del Todo, poniendo en manifiesto su negación y abrió paso a la lógica del no-Todo, rasgo esencial de la femineidad.
¿Qué consecuencias subjetivas se juegan en el mundo del no-todo?
Negar la metafísica implica fundamentalmente interrogar las cualidades estables del ser y abrir terreno a la posibilidad, agenciamiento y empoderamiento del ser.
Atendamos a lo que señala Judith Buttler: “el reto que supone reformular las categorías del género fuera de la metafísica de la sustancia deberá considerar la adecuación de la afirmación que hace Nietzsche en cuanto a que ‘no hay ningún ser’ detrás del hacer”. [1] Se trata entonces de un sujeto post-soberanía, término de Eric Marty, cuyo “hacer” es ajeno a las nociones a priori, pero no rivaliza con la indeterminación, no se manifiesta atravesado por una libertad existencialista; este hacer-es-todo se encuentra encerrado en un marco de globalidad interactiva y el escenario donde se puede desplegar todo el poder de la acción del sujeto sobre su género es el mismo escenario que introdujo las normativas de construcción. Nadie se encuentra exento de la ley de performatividad del género.
La democratización de la vida contemporánea está centrada en lo ilimitado de las libertades individuales. Ante la inexistencia del universal, cede su lugar a la generalización: el no-todo en todas partes, indica Miller [2], lo actual acerca del género pone en relieve el objeto plus de gozar lo que da lugar a la multiplicación de fenómenos subjetivos que obedecen a la plasticidad en las formas de representación. Antonio Aguirre nos recordó en su momento que hemos canjeado la vida sencilla del rebaño por la turbulenta voracidad de cosas, bienes, servicios, placeres.[3] No sin altas consecuencias. El goce ha terminado engullendo al ideal y el resultado es una metonimia de significantes en el campo del género desfilando por el socius, diversificando las formas de subjetivar lo insoportable de encuentro con el Otro.
Me detengo aquí para trazar la línea gruesa del debate: para nosotros, la diferencia sexual introducida por la función del padre, para ellos, la multitud de diferencias que subvierten la normatividad cultural del género. Lo que ellos llaman género es a menudo lo que llamamos un “modo de gozar” [4].
El género visto como un hacer que comprenda un cierre feliz acerca de la sexualidad no es posible entre los seres hablantes. La diferencia sexual es equivalente a los dos únicos modos de vivir la pulsión equivalente a los dos modos de goce del falo: todo o no-todo. “No tiene éxito la solución colectiva de emigrar hacia un ilusorio complemento sexual” [5]. Se podrá confeccionar algo que se asemeje a una relación, pero nunca será más que un arreglo parcial y accesorio, un lazo contingente que, finalmente, suple una relación faltante.
“En efecto, lo que constituye el fondo de la vida es que, en todo lo tocante a las relaciones de los hombres y las mujeres, lo que se llama colectividad es algo que no anda. No anda, y todo el mundo habla de ello, y gran parte de nuestra actividad se nos va en decirlo” [6].
Podríamos decir, en efecto, que el género hoy es la evidencia universal. Un significante amo que, desde el lugar de la autenticidad, el self-making, el poder de agenciamiento, producen nuevas subjetividades que empujan al goce. Por su parte, el psicoanálisis lacaniano reconoce que no hay fórmula eficaz para unir a los sexos, apuesta por otras vías, invenciones que no tributan a formas universales de hacer, pero que pueden surgir pequeños arreglos de uniones que permitan adherir el objeto en el campo del Otro; es un para cada uno y sabemos que, pese a los esfuerzos y soluciones colectivas que ofrece la contemporaneidad, el fondo de la vida permanece siempre intocable.
Guayaquil, agosto del 2021.
Referencias.
[1] Buttler, J. El género en disputa. Paidós.
[2] Miller, J.-A El Otro que no existe y sus comités de ética (con E. Laurent); Paidós
[3] Aguirre, A. Escrito: La vida…en el fondo. Producción del seminario 2007.
[4] Miller, J-A; Marty, E. Entrevista: El sexo de los modernos.
[5] Ibid [2]
[6] Lacan, J. El Seminario 20, Aún. Paidós.