Notarizar lo femenino

Por: Antonio Aguirre Fuentes

CONTRADICCIÓN

Empecemos por un ejercicio dialéctico. Digamos que no hay tratamiento de lo femenino. Incluso que no hay variantes de un tratamiento «tipo».
Un juego de palabras: no hay tratamientos, pero sí hay tratados. Muchos, algunos muy valiosos. Se acumulan en el saber universitario. Allí están las 1046 páginas de  «Sexual personae» de Camille Paglia.  Contribuyen, en el mercado, para que el psicoanálisis no se extinga. Era lo que Lacan esperaba de los analistas, que aportaran al saber (Nota Italiana ). Es decir que no es suficiente con la práctica de los practicantes. La Escuela propicia que los analistas hablen y escriban acerca de lo que hacen.
No hay tratamiento de lo femenino. El artículo «lo» indica lo neutro, lo que no cae bajo la identificación masculina o femenina. En la aludida encrucijada de Hércules, cuando se ha tomado por una de esas vías identificatorias, la cuestión sigue siendo: ¿dónde se estaba antes de la elección?. Lacan vincula lo neutro con un real, fuera de las identificaciones imaginarias, o de los ideales.
Hay tratamiento de las formaciones del inconsciente. Se las interpreta, se las descifra, se las conjuga en sus variaciones. Es el campo histórico de los comienzos de Freud: las histerias, y luego las fobias y las neurosis obsesivas. Específicamente es el tratamiento del inconsciente en tanto reprimido. En el núcleo se encuentra lo que llamamos el complejo edípico, que Lacan reelaboró con la teoría de la metáfora paterna. El nombre del padre da una significación fálica al deseo de la madre. El hombre, el macho de la especie, encontrará esa significación en muchos sitios, pero no recuperará  el objeto perdido de su deseo incestuoso. Las mujeres pueden seguir el camino a la maternidad  para hacer valer esa significación en la ecuación del órgano con el niño. Lacan hace una precisión: renunciando a tener el falo asumirán los encantos narcisistas de serlo. Por estos caminos algo se atraviesa, Freud elucubró una pulsión de muerte que se repite mortificadoramente. Lacan añade que el masoquismo es lo más real del goce.
La tabla de la sexuación en el seminario 20 ubica en el lado de las mujeres un «no existe una que no» , es decir,  no existe una que no tenga al falo como referencia. Luego una segunda fórmula afirma un «no todo», es decir, no toda ella está en el goce fálico. La topología aportada en el seminario RSI y en la intervención La Tercera muestra que el goce femenino es el goce Otro, fuera de lo inconsciente, fuera de lo simbólico, por lo tanto no hay interpretación que consuene con ese goce. Lo femenino está fuera de los límites de la interpretación, constituyendo un agujero, un inconsciente irreductible. El psicoanálisis, dice Lacan, es la producción de ese agujero, no su tratamiento (1)
TRATAMIENTO POSIBLE…
Si las mujeres, se dice, están locas, eso no quiere decir que lo estén del todo. Los tratamientos de esa locura, de ese «fuera de límites» están en la práctica del análisis, en la transferencia que, pragmáticamente, vuelve esa locura  una neurosis de transferencia. La movilización en la experiencia del sujeto de sus significaciones fálicas produce una amortiguación del goce Otro, constituido por manifestaciones dispersas, plurales, estalladas, del goce del cuerpo. Freud lo clasificó como autoerotismo.
La cultura ambiente, la venida a menos cultura «falocéntrica» y patriarcal, da siempre un sentido inequívoco a lo femenino. Si este pretende encarnar el mal , la oscuridad, el veneno de la serpiente, pura pulsión de muerte, el sentido «falocéntrico» lo transforma en la vía oral del embarazo.
En «la parte mujer  de los seres que hablan», dice Lacan, hay otro vector, no fálico, que conecta el La tachado con el significante del Otro tachado, porque allí «Dios no ha efectuado aún su mutis» al goce femenino. Este goce convoca en su entorno la pluralidad de lo inédito: la carta de amor, la letra grabada en el cuerpo, el corte de la carne viva, el poema místico. Junto a él también yace el cuerpo de la suicida, en su otredad absoluta, en su extrañeza irreparable.
NOTARIZAR LO FEMENINO… CUANDO SE PRESENTA
Con el psicótico , dice Lacan en el seminario 3, toca  hacer de secretarios. Secretarios del alienado. Añade una condición: «tomaremos su relato al pie de la letra». Es así que se recogerá el testimonio del sujeto en tanto muestra «una relación muy específica…respecto al conjunto del sistema del lenguaje en sus diferentes órdenes». «El sujeto da fe… de cierto viraje en la relación con el lenguaje, que se puede llamar erotización o pasivización». Lacan remarca que hay en todo ser humano una distancia que separa la vivencia de la condición semi-externa del lenguaje.
Viraje respecto al lenguaje, erotización, pasivización . Esto lo hallamos precisamente en el surgimiento, en la experiencia analítica, de lo femenino. No se lo busca, se lo encuentra. Se puede percibir su proximidad en el obstáculo que enmudece la enunciación, cuando no es simplemente efecto de censura. Para el analista es la señal de un goce ajeno, un goce Otro, que no se conduce por los «desfiladeros» del significante. Por ello no hay una respuesta en palabras, una interpretación, un witz, un juego verbal, un equívoco. Acaso la enunciación de un enigma, que sin embargo no conduce a un enunciado sino a otro enigma, como lo advertía Lacan .
Queda tomar nota del hallazgo, notarizarlo. Un misterio para el analista, pero también para la egipcia que lo experimenta. El corte de la sesión pondría ese momento a la altura que su dignidad amerita. Sin dejar de sopesar el monto de angustia y el extravío como riesgos.

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