Modos de goce en acto ante lo inesperado, en psicoanalizantes

Por: Jessica Jara Bravo. NEL Guayaquil. 
Participante de los grupos de investigación: “Atención a las urgencias subjetivas” y «Clínica Psicoanalítica».
 
 
BUROCRACIA Y PSICOANÁLISIS: DOS CONSENTIMIENTOS MUY DISTINTOS.
 
El psicoanálisis recuerda la singularidad al revés que la burocracia, afina Eric Laurent en una entrevista, siendo que la burocracia propone más bien el “derecho al reconocimiento”. 
 
En esa dirección podemos decir que este reconocimiento bio-burocrático busca lograr que el hablanteser se deje reconocer por un significante de la clasificación del amo: que consienta ser nombrado “víctima”, “beneficiario”, “damnificado”, entre otras nominaciones que favorecen la planificación y la ejecución de los programas de la administración de la vida. Lo que corresponde al modo de funcionamiento del discurso del amo actual que “hace vivir y deja morir”, mientras que la lógica del antiguo régimen era “dejar vivir y hacer morir”. Es de subrayar este “hacer vivir”, ya que no es sin recordar el tú debes morir.
 
La cuestión es que esta renuncia de lo propio al consentir, al decidir decir “Sí” a este “S1” de un Otro que asegura querer tu bien, produce un movimiento subjetivo: se pasa de ser sujeto de la palabra, -y por qué no decirlo, de la queja-, a ocupar el lugar de un objeto a ser llevado, traído, ayudado… acallado. J-A.Miller en La salvación por los desechos señala que los que creen en la oferta del bien son los desechos de la voluntad de goce. Y señala entonces que: 1) La pragmática de la desinserción consiste en “paranoidizar” al sujeto. 2) La paranoia “atemperada” motiva toda defensa contra lo real, y 3) El sujeto está lo suficientemente “paranoidizado” cuando consiente a pagar por ser escuchado y tratado. Como puede apreciarse se trata de dos consentimientos muy distintos.
 
 
ACONTECIMIENTO Y GOCE SINGULAR: LO CATASTRÓFICO, EN EL TERREMOTO Y OTRO TERREMOTO.
 
En la experiencia analítica, donde se pasa de la repetición a la sorpresa y la invención, es posible que un ser hablante en un forzamiento del lenguaje pueda nombrar de modo singular aquello que se le presenta como un exceso de la realidad, así como su posición de goce ante esas presentificaciones de lo real. Los testimonios de analizantes en días posteriores al sismo en Ecuador, fueron muestra de esta re-presentación actuada de un modo propio de gozar como respuesta ante lo inesperado. Repertorio que, sin embargo, ha «sufrido» una mutación del programa de goce por la entrada en el análisis: en su devenir «psicoanalizante».
 
«Lo catastrófico» más que la catástrofe toma por sorpresa a un analizante en la institución donde labora. En esta ocasión ante lo inesperado adopta un modo de sostenerse y no caer cual «desecho» cuando «todo se caía». Más allá de la duda, «hacer de guía» es una función que le permitió seguir estando«solo», -imperativo materno catastrófico que empuja siempre a colocarse en el lugar del rechazo y la exclusión-, pero junto a otros, y «sin hacerse bola con tanta gente»: lo que suele ser su otra deriva.
 
Una mujer «en el terremoto» se quedó metida donde estaba. No se le ocurrió salir, pero pensó que le gustaría ver a su amor y por otro lado, dirá luego en su sesión: «me sentía tan egoísta”. “Egoísta” es el nombre de un deseo que entra en conflicto con una realidad catastrófica en la que hay «tantos muertos», produciéndole una división subjetiva entre lo que debería hacer (salir del baño, pero también salir a responder las demandas/necesidades de los afectados) y, su deseo-egoísta de ver a su amor. Este egoísmo es nuevo y antiguo. Podemos decir que llegó al análisis en el puro-egoísmo: impedida de trabajar pues entonces lloraba durante horas encerrada. En las sesiones, pronto sale a la luz que su egoísmo está en vías de ser socavado por el Otro del amor, lo que le resulta imposible de soportar. Ella, tiempo atrás precisó: “Siento que estoy atrapada… no soporto ninguna dificultad de la vida” y sobre su amor: “No me quiero quedar atrapada con él”. De su «egoísmo» antiguo dan cuenta sus recuerdos más pretéritos de encierro. Análisis de por medio le será posible pasar de Un egoísmo a Otro. En una de las últimas sesiones señala riendo al mismo tiempo que secándose las lágrimas que: “aquí sí se puede llorar un poco”. Finalmente y para empezar, ella ha consentido a estar “metida” con alguien…
 
Otra mujer por el contrario, quiso optar por un activismo decidido, siguiendo su particular modo de respuesta; que en este caso, tomaría la forma de ayudar a los afectados transgrediendo todo límite cual Antígona. Imperativo en su momento indecidido por la analista; siendo que el acto fue realizado como fallido, felizmente para la psicoanalizante. Un punto a considerar en el trabajo clínico es que en ocasiones alguien puede tornarse un estrago para sí activamente al ignorar la propia afectación en un «hacer». Luego de escuchar la narración del periplo, la analista interviene: «¿Y el otro terremoto?». Tras una breve risa, la analizante pasa a hablar del Otro terremoto que le acontece y que es ella misma: «un terremoto y se derrumbó, las cosas que he venido construyendo porque yo misma las estoy pisando…». Terremoto, metáfora encarnada de un goce Otro que derrumba, que pisa “todo” lo construido. Y allí, no-todo es la respuesta analítica ante los mandatos feroces del superyó femenino.
 
 
EL ACTO ANALÍTICO: DEL GOCE MORTÍFERO A UNA SATISFACCIÓN, DECIDIDAMENTE, VITAL.
 
La singularidad es el mixto entre síntoma y fantasma que define el modo de gozar de cada uno, apunta Eric Laurent. Lacan en la reseña de su seminario “La lógica del Fantasma” anota que frente a la contingencia el acto es repetición por producirse, que para encontrar su “hilio” sólo es posible reproducirlo. Esta reproducción es del orden del fantasma, fantasma que es un hacer enmarcado que entraña un objeto. Y es, porque prohíbe el fantasma que el discurso del amo cree en la salud mental, indicará Miller. Al respecto, lo que nos enseña Jacques Lacan a los analistas es que no hay otra entrada del sujeto a lo real que no sea el fantasma. 
 
Es, en la repetición necesaria, en la sucesión de lo mismo frente a lo contingente y lo inesperado: lo catastrófico más que la catástrofe; donde el acto analítico que es corte puede, despojando al mixto fantasma-síntoma del sentido gozado, hacer que surja lo nuevo. Así, el acto psicoanalítico es acontecimiento que trae efectos de mutación subjetiva y trasmutación del programa de goce. De ese saber-hacer-allí que evidencia la clínica y lo que se muestra en los testimonios de pase, podemos extraer una certeza: el goce mortífero puede tornarse una satisfacción más decididamente del lado de la vida. Y es en esa vía, que estos análisis prosiguen, cada uno haciendo frente a su real.
 
 
*Presenté una ampliación de la sección clínica de este trabajo, bajo el título de «Acontecimiento catastrófico y goce singular», en las IX Jornadas de la NEL «Violencias y pasiones. Sus tratamientos en la experiencia psicoanalítica», celebradas en octubre del 2016 en Guayaquil.
 
 
Bibliografía
Lacan, J. La lógica del Fantasma. Reseña del seminario 1966-1967. Otros escritos. Primera Edición. Buenos Aires. Paidós, 2012.
Laurent, E. Pensar con su alma o hablar con su cuerpo. Entrevista por Philippe La Sagna. Archivo: www.psicoanalisisinedito.com
Miller, J-A. La salvación por los desechos. Radar N° 56. Noviembre 2010.

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