“¡Trabajarás conmigo!”, escucho a Nora decirme en medio del salón, mientras esperábamos las plazas de prácticas. Me tomó desprevenido. Desarmado, pero entusiasmado, fue lo que sentí al escucharla por primera vez.
Un encuentro inédito, marcado por una singularísima voz, cuyo efecto solo comprendería a posterior.
Le quedo agradecido por su confianza, esa confianza que estuvo allí antes de yo saberlo y que tuvo siempre su sustento en los actos.
Su voz resonará en cada uno de sus alumnos, amigos y colegas, a lo largo del tiempo; porque una voz que se vale del deseo para hablar, difícilmente se apaga.