Los cuerpos en la época del imperio de las imágenes
Mayra de Hanze
Arte: Peking Opera Facial Designs, Orlan, 2014
Quisiera decir antes de desplegar un cierto recorrido que el título de esta Mesa condensa temas de dos eventos de la AMP, por un lado, «El imperio de las imágenes» que es el título del Encuentro Americano que se efectuará en Sao Paulo en septiembre de 2015 y por otro lado, “El inconsciente y el cuerpo hablante” tema del X Congreso de la Asociación Mundial de Psicoanálisis que se realizará en abril de 2016 en Rio de Janeiro.
Entonces, en este esfuerzo de elipsis, me pregunto en primer momento por los cuerpos que recibimos en la experiencia analítica, suele ocurrir que acogemos cuerpos lienzo, sobre los que se ha practicado mediante intervención quirúrgica las más bellas formas pedidas bajo catálogo, cuerpos exiguos, exagerados, borrados, anestesiados, agitados, fragmentados, descentrados, descarrilados, en fin la lista podría extenderse aún más, en la medida en que ciencia y técnica modelen condiciones impensables.
Para Sterlac, artista australiano, el cuerpo está limitado por la precisión, velocidad y poder de la tecnología y su mismo arte performático ilustra que la maquina es quien debe devolverle un sentido al cuerpo y garantizarle su funcionalidad. El cuerpo al ser atentado irrumpe con la realidad y demanda una constante desterritorialización. Hablamos de cirugías plásticas, implantes, y otras series de nuevas deformidades que buscan dar un nuevo uso a aquella figura de “identidad” con la que se hace visible el mundo cargado de excesos. Foucault lo describe mejor cuando dice “el cuerpo es la superficie escrita de los acontecimientos… el cuerpo debe ser destruido y transfigurado para que surja la cultura”. Cultura virtual, cultura del performance, cultura de la mutación y de la metamorfosis. Orlan, artista francesa al igual que Sterlac, ha hecho uso de su cuerpo para vivir una alteración corporal, transformando su cuerpo en un lenguaje que le hace posible ser una diosa de las monstruosidades, es el arte carnal como ella lo ha definido, es evidente que esta artista ha adaptado su cuerpo como una herramienta para la transgresión. No basta con perfeccionar el cuerpo, hay que modificarlo.
Son cuerpos que nos hacen saber que tienen una desinserción con su medio, o un desapego con ellos mismos. Y es en este momento que nos preguntamos sobre las condiciones identificatorias, en las fragilidades que oímos en relación a la estructura, constatamos las fisuras que se han dado en el estadío del espejo, como modelo identificatorio y constitutivo del yo, como aparato que funcionó regulando el goce, de un goce que se presenta anterior al júbilo por la imagen que devuelve el espejo, del cuerpo fragmentado, el júbilo es por la buena forma de la imagen y que hay que distinguir de ese cuerpo que se goza por fuera del espejo. El júbilo del espejo es un tiempo segundo, del cuerpo primero de ese goce que se goza de sí mismo. Hay que decir que el estadío del espejo es un límite imaginario al goce. (1)
Hay júbilo de la imagen sin cuerpo, hay constitución del yo en el estadío del espejo y hay también cuerpo que goza por fuera de la imagen. Lo que encontramos en ocasiones a nivel de la clínica es un debilitamiento de la constitución yoica, como idea de sí mismo, a partir de la imagen completa que regresa el espejo. En su lugar lo que hay es la idea de sí mismo como cuerpo, no como yo sino como ego.
Hay que decir que la lógica de la imagen está articulada a la lógica fálica, mientras que la existencia de un cuerpo encarna otros efectos.
De tal manera que a nivel de la clínica se presentan síntomas que no precisan ser descifrados, síntomas en relación directa a una compactación con el cuerpo, en los que se inaugura un acontecimiento de cuerpo más no de palabra.
Un cuerpo sin imagen es una condición trazada por Joyce, el escritor James Joyce, distinto al cuerpo schreberiano, desbordado por la imagen narcisista.
La imagen que muestra para ocultar, está dentro de la lógica fálica, el velo al esconder hace existir lo que no se puede ver, hace existir lo que no existe, el espejo, la pantalla, el velo, detienen la mirada ante la nada.
Ahora bien no solo tenemos la condición del cuerpo con su ojo famélico, Lacan nos dice ya en el 64, “lo que vemos, nos mira”, al ver el cuadro, este nos mira, somos también mirados formando parte del cuadro, es también la condición del desencuentro amoroso, “no me miras desde donde te veo”.
No solo vemos sino que las imágenes nos miran, esto es lo que diferencia el reino de la imagen del imperio de las imágenes, es el desgarramiento del velo, de un real angustiante, se trata de un imaginario que funciona como un real, la imagen ya no será un simulacro, sino que pasa al cuerpo. Lo imaginario ya no amortigua un goce que se vuelve fatal, es el campo de “lo que vemos, nos mira”, es un imaginario que deja más desprotegido al sujeto, como la alucinación a los psicóticos. (2)
Este ámbito, el de las imágenes, es el lugar de encuentro con otras disciplinas, es el espacio amplio, que se abre para la conversación con los comentadores de la imagen: Roger Cailois, Gaston Bachelard, Durand, Dumezil, Marcel Maus, Artaud, Bataille, Leris, Haberman, Barthes, Debord, Baudrillard, Agamben, Benjamin, entre otros.
La propuesta desde el psicoanálisis es invertir la modalidad a la que se refería Joyce cuando hablaba de la imagen: “Esa inevitable modalidad de lo imaginario” por la modalidad inevitable de lo simbólico.
Walter Benjamín habla de imagen dialéctica basada en el montaje literario que ha de ser leída como cita histórica, como un objeto desecho descontextualizado de su cronología.
Apropósito de voces que evocan imágenes he recordado a Porchia al escribir:
*El hombre, cuando es solamente lo que parece ser el hombre, casi no es nada.
*Sin esa tonta vanidad que es el/ mostrarnos/ y que es de todos y de todo/ no veríamos nada y no existiría nada. (3)
Bibliografía
1-Graciela Brodsky. Seminario de Formación Analítica, Webex de la NEL, 2015
2-Mauricio Tarrab. Conferencia en Sao Paulo, Radio Lacan, junio 2015
3-Antonio Porchia. Voces.