Lo imposible de soportar

Por: Francisco Maquilón

Constantemente hay médicos y enfermeras llorando al final de su jornada laboral, muchos indican no poder más físicamente y emocionalmente, algunos presentan angustia, estrés, insomnio. Profesionales de UCI describen que es un ambiente laboral titánico: el silencio de los enfermos intubados, puertas siempre cerradas, precariedad en insumos de protección, el mismo sueldo. Son sujetos que están sometidos a una sobrecarga de trabajo, miedo al contagio. La presencia del coronavirus viene a sacudir el arreglo que cada sujeto ha hecho en su vida. Los psicólogos del comportamiento aconsejarán: “¡No digan caos! ¡No digan pánico! ¡No piensen en ello!, hay que motivarlos, darles charlas”.

Pero es lo mismo que decir: “no pienses en un elefante blanco”, que es la mejor forma de pensar en un elefante blanco.

Los profesionales de salud se enfrentan a la angustia que provoca la dificultad de afrontar la atención médica del COVID-19: la muerte de pacientes, familiares, amigos, colegas, elegir a quien darle un respirador artificial.

El COVID-19 ha venido a recordarnos nuestra fragilidad como sujetos.

Ahora se contratan profesionales de salud, luego que en muchas instituciones públicas despidieron a los mismos por órdenes de la Presidencia y Vicepresidencia del país. ¿Qué sucederá luego con esos cuando el virus del COVID-19 termine? ¿Les darán estabilidad laboral a esos servidores de la salud?

Esa política es la que revela lo que el virus ha venido a sincerar. Como dice Gustavo Dessal: «al borde del final del mundo siempre hay lugar para el deseo de vivir.»

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