Entendí lo que significa un buen encuentro, el más afortunado, el que cambia un destino, cuando en la década de los 80, me topé con Nora de Medina, una profesora ecuatoriana que hablaba de Lacan en la Universidad. Me acogió con afecto cuando me debatía con la psicología y con el psicoanálisis de la IPA. De su mano viajé a Buenos Aires, y nunca más dejé el psicoanálisis de orientación lacaniana.
Esa era Nora, la mujer que encarnaba el deseo sin ambages. Su vida lo demuestra. Nunca cedió y por ello fue un pilar para la extensión del psicoanálisis en diversos países de América, y para la creación de la NEL, a cada paso, tocaba personas, dejaba marca, enlazaba a la causa del psicoanálisis sin que se lo propusiera, como lo hace una verdadera maestra.
Elevaba la palabra amistad a las acciones, siempre generosa, comprometida, amiga entrañable. Un honor haber estado en su vida y en la de su familia hasta el final.