La cuarentena como elección forzada
Por: Alvaro Rendón Chasi
A los 18 años, luego de un recorrido subjetivo, hago una elección para aislarme del contacto social. Una “cuarentena” que me confronta con el virus de mi propio inconsciente. Surge una reinvención del lazo social que primero debió pasar por el propio cuerpo. Jacques Lacan lo va a llamar el cuerpo hablante no sin antes haber atravesado la lectura de los místicos cristianos.
Para ese momento de los 18 años, un tiempo elegido, poder cruzar esa temporalidad en medio del dolor, las pérdidas, el encuentro con el real de la impermanencia del ser humano, se posibilitó por el aferramiento al sentido de esa elección propia sin dejar de palpar, luego, la existencia de un punto de sin-sentido.
Hoy, en medio de una pandemia, sentirnos lanzados a una “elección forzada” de aislamiento puede provocar, de sopetón, un cara a cara con el sin-sentido. La distancia física podría generar una cercanía con el cuerpo que se habita. Por lo menos, en mi propia cuarentena de dos años, ese fue el efecto. La diferencia: una elección propia versus una elección forzada.
Jacques Lacan, en el seminario sobre la ética del psicoanálisis, hace un delicado acercamiento por la tragedia griega recordando que “tiene como meta la catarsis, la purgación de las pathémata, de las pasiones, del temor y de la compasión” (p. 298). La catarsis, entendida por los griegos, es poder no solo sentir la tragedia del otro, el eleos y el fobos, sino la posibilidad de una transformación a partir de la tragedia más propia.
La muerte, los cuerpos regados, el aislamiento: un sin-sentido trágico. Lograremos salir de esto con una invención propia que transforme el lazo y bordee el sin-sentido.