Intento de articulación de recortes clínicos a la luz del relato de Mayra de Hanze para el Enapol 2015

Por Piedad de Spurrier

ADOLESCENTES EN CONFLICTO Y LA TENDENCIA NOMINALISTA: posibles consecuencias.

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Arte: EPILOGUE, Sammy Chong, 2014

Asistimos cada vez más a una tendencia nominalista para comprender  lo que se le escapa al «homus economicus» del que Marx hablaba.

El nominalismo tiene por objeto conocer ontológicamente a los individuos y de hecho, intenta imponerse con bastante éxito como una tendencia filosófica que sostiene el individualismo democrático, cuya pragmática crea una serie de instrumentos para distinguir a cada uno de los individuos, y en las prácticas «psi» mediante las observaciones de las conductas. 

Al intentar distinguir los estilos de gozar individuales con una supuesta exactitud que se sostiene a través de agrupamientos a partir de las semejanzas. Así se conforman clases inestables susceptibles a ser remodeladas en razón a múltiples variables, que pueden ser de orden socio-políticas, económicas o por el nuevo orden del espectáculo, o sea la imagen.

Para Eric Laurent «La tendencia del nominismo contemporáneo seria inscribir los cuerpos en un sistema clasificatorio de manera que estos encuentren su lugar, su estilo de goce, en una distribución dispuesta por el sistema jurídico». Se trata de un sistema de escrutinio constante que impide o dificulta al adolescente en sus intentos de tomar distancia con el Otro que mantiene una mirada bajo el prisma de un nombre «ready made» que sanciona de antemano sus nuevas invenciones sintomáticas que lo devuelve a modalidades de alienación.

Bajo estas condiciones, el adolescente puede optar por una última medida de separación del Otro y cercenar los distintos modos de intercambio con los otros para poder preservar algún resquicio que le permita sostener algo de su deseo.

En consecuencia, podemos plantearnos que nos toca atender adolescentes «desinsertados» que nos dan la impresión que no entran en el discurso del amo, con pocas probabilidades de entrar en el discurso capitalista para la desesperación de sus padres, maestros y médicos, etc., y que a nosotros nos evoca como una forma de anorexia mental. Por esta razón, la desinserción muestra una afinidad con una «minusvalía», porque se avizora que estos jóvenes podrían engrosar las filas de los marginados económicos, que al no ser productivos serian costosos para la sociedad.

El rechazo a formar parte de la maquinaria social y económica y también a formar parte de las ficciones colectivas previstas de antemano para cada uno, hace aparecer temores y angustias tanto en los adultos tutelares como en los gestores de la cultura.

La vía del psicoanalista, se propone a mantener una distancia con esa demanda social que en gran parte se configura bajo la forma de una demanda super-yoica. También es una vía sensible a la posibilidad que pueda ser necesario‎ proteger al sujeto, ya que hay que recordar que «la desconexión subjetiva» también es una elección de goce y a menudo produce un alto grado de sufrimiento.

Cabe enfatizar que el psicoanalista en la experiencia analítica, completa de una forma singular el síntoma cuando la transferencia se constituye, y es por esa razón que le puede o no restituir al analizante la capacidad de soportar aquello objeción que el síntoma le hace al régimen de lo universal.

Cuando el amo se pregunta acerca de la manera como puede reinsertar al desinteresado, el psicoanalista se plantea la manera de sostener los esfuerzos del sujeto para crearse alguna modalidad que le haga posible integrarse a la «Gran conversación humana», sin olvidarse que dicha posibilidad se produce como un efecto lateral que le permite a un sujeto en estado de desconexión social, reencontrar un lugar en el entramado de ficciones propias de una cultura.

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