El estrecho lugar de la invención
Por: Gabriela Febres-Cordero
Dentro de los argumentos presentados hacia las XI Jornadas, Raquel Cors menciona que “…la indagación de la neurosis infantil perturba… algo de ese infans encarna lo real…” Me pregunto, de forma inversa, ¿en esta indagación, tal como Raquel la nombra, con qué se encuentra un niño? Se desplegarían entonces la novela familiar de la cual viene a formar parte, el lugar que ocupa en la dinámica parental, encarnando el impasse inherente a toda relación entre seres parlantes… En este punto podría parecer que nos topamos con un bucle. Pero al niño le toca una jugada fundamental. Más allá de los caminos usuales, o socialmente aceptables, por los que puede optar el infans para inscribir algo de su goce, ¿qué decisión podría concernir activamente a este niño, en medio del torrente de significantes que le devienen? ¿Qué posibilidad habría para la invención y a qué tipo de hallazgo podría llegarse? Esto, junto a una curiosidad y afición cinematográfica, me llevó a explorar en torno a algunos personajes.
Antoine Doinel (Los 400 Golpes, del director François Truffaut) es un niño que constantemente se encuentra con un discurso proveniente del Otro de la norma. Encuentro para nada amable: sus profesores le dicen el gran fracaso que será en la vida, se muestran apenados por sus padres a quienes les ha tocado un hijo así, y manifiestan con verdadero pesar que Francia deba cargar con ciudadanos tipo Antoine. Su madre luce constantemente irritada por su presencia y se queja a viva voz de lo difícil que le resulta encargarse de las cosas de casa. Y entre estas cosas de la casa que la agobian, se encuentra Antoine. En una de las primeras escenas Antoine es castigado por el profesor, lo manda a la esquina de la clase, mirando a la pared. Un compañero le pasó una revista con fotografías de chicas de calendario y el profesor se dio cuenta de esto. En ese rincón, Antoine permanece de pie incluso durante el receso. Estando solo en el aula, cumpliendo su castigo, Antoine escribe en la pared:
“Aquí sufrió el pobre Antoine Doinel castigo injusto de un profe cruel por culpa de una chica dibujada en un papel. Entre nosotros será siempre ojo por ojo, diente por diente.”
Por supuesto, esto es una traducción aproximada. Pero sé que en francés también está escrito con cierta rima y eso me parece rescatable en tanto recurso creativo de Antoine para decir algo en torno a la posición en la que se encuentra respecto al Otro. Creo importante tener presente el momento en el que esta película fue realizada y la dinámica que se sostenía desde el discurso institucional académico: 1958, diez años antes de Mayo del 68’. Una vez situados en el contexto de este régimen académico autoritario, diría que Antoine se las ve con un Otro que no permite nada fuera de lo esperado y cuya reacción inmediata es acallarlo, incluso violentamente. Los destellos de creatividad discursiva que se perciben en ciertos momentos no son acogidos, e incluso conllevan un castigo.
En otro momento de la película, somos testigos de cómo Antoine queda maravillado ante una novela de Balzac. Realiza un trabajo literario por el cual se lo acusa de plagiar a Balzac y es enviado a hablar con el director de la institución. En definitiva, no hay un Otro que dé lugar a lo que podría ser una suerte de invención literaria ante lo insoportable de lo que Antoine atraviesa: él, de hecho, no es hijo de la pareja de su madre y conoce que ella sostiene una relación amorosa con otro hombre. No hay espacio para Antoine; es dejado en un centro para menores delincuentes, donde en una única visita su madre le hace saber “…sólo sirves para militar o para el Centro de Aprendizaje.” Al fin y al cabo, no se lo ha logrado educar.
Paloma (El encanto del erizo, por Mona Achache. Basada en la novela La elegancia del erizo por Muriel Barbery) es una niña de 11 años que anuncia, de entrada, “…desde hace mucho tiempo sé que el destino final es la pecera. Un mundo donde los adultos chocan como moscas contra el mismo vidrio.” Dinámica de la cual ella ha decido sustraerse: se quitará la vida el día de su décimo segundo cumpleaños. Sin embargo, junto a esta decisión ella también anuncia que no se dejará morir como un vegetal, “…lo importante es lo que se está haciendo en el momento que uno muere.” En ese sentido, a Paloma la muerte la encontrará filmando una película, “…que muestre por qué es absurda la vida. La vida de los demás y la mía.”
Paloma filma a su madre hablándole más a las plantas que a los humanos. A su hermana, quien aborrece en extremo tener una cámara apuntada en su dirección. A su padre, quien pasa mucho tiempo en su trabajo, y en ocasiones mira a su hija con una mezcla de extrañeza y curiosidad. Y a la portera de su edificio, Michel. Una mujer que se ha esforzado por mantener un semblante huraño y hosco. Paloma no quiere tener nada que ver con las identificaciones familiares, comienza a buscar fuera y a relacionarse con Michel quien, en palabras de Paloma “…no es una portera corriente… ha encontrado el escondite perfecto.” En definitiva, es una portera singular: no se esfuerza por agradar, tiene una habitación repleta de libros y… se enamora.
Miller, en Sutilezas Analíticas, despliega lo difícil que es ser singular. Precisamente esto es lo que Paloma detecta: Michel lo ha conseguido. A pesar de que esto ha sido a precio de mantener una vida más bien solitaria, a lo largo de la película se despliega una historia de amor entre Michel y un nuevo inquilino. Del mismo modo, Michel le da la posibilidad a Paloma de acercarse, de conversar, de tomar el té, de determinar juntas cuál es la mejor manera de comer un chocolate. La niña comienza a turnarse entonces entre su película, los preparativos para su suicidio y descubrir quién es Michel. Michel es una mujer que ha logrado construirse un espacio en el mundo, donde se hace algo más que chocar con el vidrio de la pecera. Pues tiene en su haber el escondite perfecto.
En la película de Achero Mañas, El Bola, Pablo es el personaje principal. A Pablo todos le llaman El Bola. Vive con sus padres, su abuela, asiste a la escuela y juega con sus amigos. El padre de El Bola suele ser distante y frío con él. Sólo cuando se cruzan en la calle con algún conocido asoma un gesto de cariño: posa su mano en el hombro de El Bola o le rodea con un brazo. Ante los reclamos del padre, por ejemplo, “por qué no te quedas en casa, ¿para variar?” El Bola contesta con una pregunta que deja ver un pedido de amor, de querer ser situado en otro lugar, “¿quieres que me quede?” El padre mira para otro lado y responde, “ve”.
El Bola tenía un hermano mayor, fallecido en un accidente de tránsito. Su padre no deja de compararlo y poner en acto su rechazo, su imposibilidad de tramitar la muerte de aquel hijo abre una hiancia que lo deja sin poder amar al hijo que sí está. El Bola es golpeado violentamente por su padre, en ocasiones incluso no asiste a clases dada la gravedad de los golpes. Más adelante, El Bola conoce y se hace amigo de Alfredo, un niño nuevo en su escuela. Comparte incluso con la familia de Alfredo, donde hay posibilidad al diálogo, abrazos, risas y tatuajes. El padre de Alfredo es tatuador y El Bola llega a ser testigo de la ejecución de esta marca de afecto y de designación. Somos testigos de dos tipos de marcas inscritas en lo real del cuerpo: el golpe y el tatuaje. Ambas designan un lugar en la familia y el lugar que cada uno de estos niños ocupan para el Otro paterno. En el #12 de los Boletines preparatorios a las XI Jornadas, Carolina Vignoli ubica que se marca el cuerpo del niño para tratar de domesticar algo de ese goce que confronta a los adultos con lo insoportable. Un esfuerzo por “hacerlo ingresar al discurso del amo dominante.”
Lo que me dejan estas obras cinematográficas son preguntas producto de estas introducciones a dinámicas familiares particulares: donde los niños son hablados desde un lugar y designados; la rara, el delincuente, el que no es al que se quiere… ¡Cuántos lugares y nombres posibles puede haber para un sujeto! Tanto Antoine como Paloma y El Bola, tienen lugares determinantes en su novela familiar. Sin embargo, Paloma se topa con un recurso que le permite dar cuenta de que es posible otro modo de hacer con la vida y no terminar en esa “pecera” monótona e inhumana. Por otro lado, el sistema estatal no logra encontrar cómo hacer de Antoine un ciudadano ejemplar. Y El Bola da cuenta de la posibilidad de otro lugar de designación familiar, diferente a aquel que lo somete al goce paterno y que lo marca desde lo real. Judith Miller, en la presentación del libro Los miedos de los niños señala que al parecer a los niños sólo les queda resistir o ceder. Resistir o ceder ante la norma. Pero queda la vía que el psicoanálisis propone: escuchar, acoger su singularidad y construir. Siempre desde el respeto, y en este punto dejo una cita de Miller, “…es el permiso que se da para que ese otro sea… él mismo, tal cual, independientemente de los sistemas donde sueñan inscribirlo.”
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- Achache, M. (Directora) (2009) Le hérisson [película]. Francia: Les Films des Tournelles.
- Cors, R. Argumento y ejes para las XI Jornadas de la NEL. Recuperado de: https://jornadasnel2020.com/template.php?file=argumento-y-ejes.html
- Mañas, A. (Director) (2000) El Bola [película]. España: Tesela P.C.
- Miller, J-A. (2012) Sutilezas Analíticas. España: Paidós.
- Miller, J. (2017) Presentación. En J.A. Miller y Otros. (pp. 09-12) Los miedos de los niños. Buenos Aires: Paidós.
- Truffaut, F. (Director) (1959) Les quatre cents coups [película]. Francia: Les Films du Carrosse.
- Vignoli, C. Boletín Infans #12. Recuperado de: http://www.jornadasnel2020.com/boletin-infans/12.html