El agujero del inconsciente*

Por Antonio Aguirre Fuentes.

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Arte: Aron Wiesenfeld

LA CARTA 52 Y LA CARTA A LA ESCUELA

En su Carta a la Escuela del 28 de octubre de 1980 Lacan reafirma el axioma freudiano: hay reprimido, siempre, es irreductible. Saca un corolario: el psicoanálisis es una elaboración del inconsciente, que no hace sino producir su agujero. Si este agujero coincide, pertinentemente, con la muerte, Lacan insiste en que su labor es hacer frente al hecho, no de la muerte, sino del inconsciente.

Todo esto se autoriza en el mismo Freud. Por ello retornamos a él con una indagación. ¿Cuál es la consecuencia del descubrimiento freudiano, agujereado por una represión primordial?

Freud no ha cerrado los ojos ante los obstáculos en su camino. En sus más tempranos pasos deja constancia de una pérdida, de algo inalcanzable.  Su escrito «energetista», conocido como el «Proyecto», destaca un complejo de percepción que tiene una «neurona a», inmutable, y una «neurona b» que es variable. A la primera la llama «Das Ding», la Cosa, inmutable a todo juicio y que permanece incomparable e incomprensible.

Aún con la referencia a las neuronas, pero tomadas como elementos de una estructura, bosqueja un aparato en la Carta 52. Hay signos que se inscriben, que luego se retranscriben como traducciones en una sucesión estratificada. Nos encontramos con la presencia de un momento primario, un momento y lugar 0, que es la percepción como acontecimiento, sin huella . Luego sigue el  momento de la primera inscripción, el primer registro de los signos de percepción, agrupados por simultaneidad. Freud dice que esta primera inscripción es inaccesible a la consciencia por completo. En el segundo registro ya puede haber una relación causa efecto. Luego, en un siguiente registro, los signos se asocian con palabras-representación y ya tienen una condición pre-consciente, y con determinadas reglas, pueden alcanzar la consciencia.

Freud concibe una estratificación de transcripciones y retranscripciones, entre las cuales opera un mecanismo de traducción, de reordenamiento.  En el paso de una inscripción a otra ocurre una pérdida, pues no todo es traducido. La represión misma no es sino esto: negar una traducción. Lo reprimido primordial es lo que nunca alcanzó una traducción. 

LAS SERIES ¿COMPLEMENTARIAS?

En otro plano tenemos que recordar lo que Freud llamó la serie constitucional. Era el primer escalón en las series complementarias del síntoma neurótico. Se constituía como un factor cuantitativo, variable en cada sujeto.También había una viscosidad de la libido, incluso una orientación en la elección de objetos. Freud habla de un vivenciar prehistórico, secuelas de traumas de unos antepasados y mecanismos interiorizados que coartan la satisfacción. Lo que hay que retener es que en todo caso se trata de factores inaccesibles al análisis. 

Así todo proceso de reconstrucción histórica, de rememorización, de llenado de lagunas en el sujeto conduce a un ombligo conectado con lo desconocido de una prehistoria de la especie.

Freud en 1933 entiende la construcción en el análisis como el llenado de una laguna en el recuerdo. En la lectura lacaniana tal construcción tendría que ser prudentemente una conclusión abierta, agujereada. Consecuentemente no habrían series complementarias, que completan un todo. Más bien resultaría que ellas son no-complementarias. 

Eso mismo se puede decir de las sucesivas transcripciones en la carta 52. Un agujero las atraviesa, como en la figura del toro topológico.

EL INCONSCIENTE INTEMPORAL

En sus trabajos de Metapsicología de 1915 Freud define características fundamentales. El inconsciente es más que lo reprimido secundariamente, pues la representación-cosa nunca alcanza un estado consciente o preconsciente, nunca llega a asociarse a la palabra. La represión de un pensamiento requiere que simultáneamente haya una repulsión por parte del Yo, a la vez que una atracción, una succión, que «hala» a dicho pensamiento hacia el inconsciente constituido por lo primordialmente reprimido. Reconocemos aquí el «ya ahí» de una «Bejahung» primitiva (Lacan, Seminario 3)(Lacan, Escritos I), de una afirmación primaria de lo simbólico, que no es sin una expulsión, igualmente inaugural, que produce lo real. 

El inconsciente freudiano comporta unas propiedades imposibles:

– No hay allí contradicción, sino coexistencia y adición de pulsiones, es decir de sus representantes. No hay duda ni grado de certeza.

– La movilidad de la energía pulsional entre las representaciones es completa. Se cede la investidura, o se la apropia; reina allí el llamado por Freud «proceso primario».

– No hay ningún orden temporal; el tiempo no modifica nada, es un campo de lo atemporal.

– Finalmente, la realidad exterior no condiciona ni causa. Sólo rige el puro principio de placer-displacer como regulador de las fuerza pulsionales.

Lacan afirma que el psicoanálisis no es una teoría del inconsciente, sino una teoría de la práctica analítica. El antecedente está en Freud cuando dice en la carta 52 que no se desviará en la formulación de una teoría psicológica. Necesitaba una fundamentación operatoria.

LA PRÁCTICA DE LA TEORÍA

Veamos la relevancia pragmática del aparato psíquico freudiano en términos de la doctrina de Lacan.

Al comienzo de la experiencia escuchamos lo que se ha traducido en palabras, en conexiones históricas, en formas temporales, tiempos gramaticales, en suma, las variaciones metonímicas de los enunciados. El analista, en su condición de objeto articulado en la cadena de los significantes, corta con cuidado las conexiones, desarma el sentido usual, la intención esperada. Las sesiones cortas, de tiempo variable e imprevisible, alteran radicalmente el cálculo de una historización cerrada que hace la consciencia del sujeto. Lacan en el seminario 6 enfatiza que el corte, corte de la sesión, es el modo capital de mantener la dimensión del deseo en tanto real.

Los distintos estratos de transcripción (Freud, carta 52)  son vulnerados cuando aparece el agujero que comunica con lo inaccesible. Se subvierten los nexos temporales destacando la repetición, la condensación y la retroacción significante. La causalidad de las escenas y de las historias tambalean variando la conjugación gramatical: activo, pasivo, activo reflexivo, impersonal. El movimiento de idas y venidas del caballo en el ajedrez nos traza la prudencia y el tacto en el proceso analítico. Pero sobre todo muestra la maniobra de envolvimiento que cava un agujero.

EL RASGO CONSERVADOR DEL SÍNTOMA, EL AGUJERO Y LA POESÍA

Hay una cuestión digna de mención. En el caso Dora, Freud hablando del síntoma dice que su constitución somática acarrea mucho trabajo. Pero que una vez logrado dicho síntoma sirve simultánea y sucesivamente a varios contenidos de pensamientos inconscientes. Ubica entonces un «rasgo conservador» del síntoma, un rasgo somático que no es afectado por el psicoanálisis, pues éste actúa solo sobre los contenidos inconscientes.

Entendemos que si hay represión primordial e inconsciente inaccesible, también hay un síntoma no analizable. Este último figura como un «odre viejo» y vacío, que facilita la descarga de pensamientos inconscientes nuevos. O mejor: el síntoma es un trazo intemporal, una letra ya-allí, que conduce nuevas ideas inconscientes a una satisfacción, a un goce sintomático. 

Lacan hace el elogio del vacío, explicado por Francois Cheng. Allí está el espacio para una creación poética, un gesto de escritura inédito y una lectura sin par. 

¿De qué modo se anudan el agujero del inconsciente y el rasgo vacío del síntoma? ¿Qué hacen juntos lo que no cesa de escribirse del síntoma, al lado de lo que no cesa de no escribirse del agujero del inconsciente?

Invocando el vacío de la poética china Lacan nos da una pista a seguir:  es en la contingencia de un decir donde hay que apostar, sin chocar con el rasgo conservador ni caer en el agujero.

Diciembre 2015

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