Disgresiones

Por: Juan de Althaus

A partir de la experiencia de las últimas Jornadas de carteles 2018 se me ocurrió tomar del chiste de Freud, cuando trabaja el Witz y su relación con el inconsciente, la condensación de “famillionario”, y escribir la tríada cartelino, cartelinto y carteltinku. Suena algo divertido, porque, en fin, el trabajo en cartel es también una diversión (entendida según la estrategia militar) del malestar en la cultura.

El cartelino como el remolino del cartel: El significante remolino se utiliza en muchos campos, e implica una idea de movimiento alrededor de un vacío central que atrae. Solo pretendo hacer uso de las referencias de la cerámica prehispánica de la civilización andino-costeña-oriental. Todos estos objetos tenían una función práctica y ritual al mismo tiempo. Desde el mundo oscuro de abajo, pero a su vez recreacional, va produciéndose desde la semilla hasta personajes que llegan, en un recorrido en espiral tridimensional, hasta un final que es el borde del asa estribo (del cual se dirá algo más adelante), entrando al mundo de arriba donde se ubican los significantes (los astros del firmamento y sus constelaciones). Los espirales oscuros y blancos hacen notar que en el recorrido el saber va respondiendo a lo ignorado. Lo inscriben es esta manera:

El remolino o el espiral estructural, el cartelino, va formando el “cuerpo” de la Escuela con cada cartel, que en el movimiento alrededor de un vacío de saber los cartelizantes van “arremolinándose” con sus contribuciones singulares hasta los productos finales a ser presentados ante otros cartelinos, haciendo existir al Otro de la Escuela.

El cartelinto como el laberinto del cartel: En casi todas las culturas de la historia humana se ha inscrito el laberinto. Llama la atención que, en particular, el laberinto circular clásico repite la estructura en todas partes, en culturas que nunca se conocieron entre sí, y que se condice con la estructura del remolino-espiral. Esta es la estructura:

El dibujar el laberinto indica que este se construye y, como se nota, se inicia con el cruce de dos líneas (¿cuerdas?) y se van uniendo con líneas una serie de puntos equidistantes en direcciones diferentes, a modo de la retroacción de la lógica significante. Es inevitable que en un lugar se produzca una discontinuidad, un vacío, al que se le puede llamar cul-de-sac o callejón sin salida, un lugar de lo imposible. No quedarse allí, si es que se decidió entrar, sino que para salir se requiere seguir el “hilo de Ariadna” del deseo de saber, tal como Jacques Alain Miller lo ha aludido algunas veces. Según el mito griego, Ariadna ayudó al héroe Teseo dándole un ovillo de hilo para que pueda encontrar el camino de salida del laberinto después de matar al Minotauro que estaba en el espacio vacío del límite de lo real. El laberinto, es una forma de dar cuenta del inconsciente.

Así, cada cartelizante posee su “hilo de Ariadna”, su deseo, para no perderse en el laberinto que el cartel va construyendo en direcciones diferentes, hasta salir a cierta luz con su producto, y volver a entrar en otro laberinto del psicoanálisis.

El carteltinku como el encuentro: Tinku es una palabra quechua que quiere decir encuentro. Hace signo reconocible en la arquitectura, los textiles y cerámicos, como algoritmo generalizado en las culturas prehispánicas. Se lo inscribe sobre todo de dos maneras, la primera así:

Son los lazos de cuerda que intentan engarzarse, los del mundo de abajo (lo real), con los del medio (imaginario) y con los de arriba (lo simbólico). La cerámica como tal es el cuarto término. No es extraño que aparezcan como espirales o pequeños laberintos circulares.

La otra forma es la siguiente:

Es lo que los arquéologos denominan “asa estribo”, pero desde un punto de vista topológico es claro mirar allá la figura del toro. Hay el reconocimiento del vacío de la no relación circundado por el toro y el interno dentro del tubo del toro. Se encuentra sobre cualquier representación de un ser vivo u objeto sagrado y sobre las cabezas de personajes diferenciados por sus rostros. Da forma circular a un goce que se llena y vacía. Los dos puntos donde el toro se infla trasformándose en una figura o una cara, indican un encuentro posible, y el tubo superior que es un corte abierto, la posibilidad de otro encuentro más allá.

Si Lacan simplificó el soporte del inconsciente al final de su enseñanza a la manera de un toro topológico, se puede decir también, en cuanto a la Escuela, que el cartel cumple con esta condición topológica. El cartel como un encuentro de singularidades para realizar una transferencia de trabajo en el campo psicoanalítico. Como corolario, se lo puede graficar así también:

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