Debates sobre el síntoma social – Guillermo Belaga (Buenos Aires)

La noción de síntoma fue introducida mucho antes de Freud por Marx, como signo de lo
que no funciona en lo real (1). Muchas han sido las referencias de J. Lacan a Marx, y en la última
parte de su enseñanza las mismas se han centrado sobre el tema del síntoma. Una de ellas cobra
actualidad por los conceptos que menciona: “Sólo hay un síntoma social: cada individuo es
realmente un proletario, es decir, no tiene ningún discurso con que hacer lazo social, dicho con
otro término, semblante” (2).
Si bien Lacan, ha dejado en claro que el síntoma no se cura de la misma manera en la
diálectica marxista que en el psicoanálisis, su lectura de Marx le permite apelar a la figura del
proletario para introducir el problema del síntoma y el semblante, frente a lo real que “no es
universal”, ni se puede alcanzar por la representación (3). Así, en principio, aparecería la figura
marxista del proletario como “desecho”, equiparada a lo real.
Pero, a los fines de poder explicarnos mejor esta frase de Lacan, resulta muy interesante
seguir el debate que mantienen Ernesto Laclau y Slavoj Zizek, ambos lectores de Lacan y Marx.
En su libro Debates y combates, Laclau (4) se ocupa de cuestiones cruciales de la política,
poniendo distancia de las posiciones del segundo, a quien dedica una frase tajante: “Zizek no
puede entender el estatuto teórico del Real lacaniano” (5).
Una de las cuestiones que conducen el debate es que para Laclau la noción de pueblo y la
clásica concepción marxista de la lucha de clases son dos maneras diferentes de concebir la
construcción de las identidades sociales. Entonces presenta sus argumentos desde tres
perspectivas:
1. El psicoanálisis: una preocupación central de Laclau es pensar la articulación entre lo
Universal y lo Particular en relación a las identidades populares.
Así, se vale de las categorías lacanianas, sobretodo en lo que respecta a la lógica del objeto
a para pensar su concepto de hegemonía. En su argumentación, cita a Lacan para quien la
sublimación consiste en elevar un objeto particular a la dignidad de la Cosa, para situar que lo
pleno ⎯la Cosa freudiana⎯ es inalcanzable, por lo que son los objetos parciales los que encarnan
esa totalidad imposible.
En resumen, subraya que la relación hegemónica reproduce esa operación, una cierta
particularidad asume la representación de una universalidad que siempre se aleja. No hay una
parcialidad dentro de una totalidad sino una parcialidad que es una totalidad. Así, el concepto de
hegemonía política, es una relación por la cual una cierta particularidad pasa a ser el nombre de
una universalidad.
En conclusión: afirma que se debe incluir la lógica del objeto a en el campo de las
relaciones políticas.
2. La perspectiva lingüística: la toma abarcando todos los sistemas de significación, dado que
coinciden con la totalidad de las relaciones sociales.
Aquí, Laclau encuentra la misma imbricación que en la perspectiva psicoanalítica, entre
particularidad y universalidad.

En este sentido, plantea una posición contra la narratología, y el relativismo en las
relaciones sociales. “La totalización de un sistema de diferencias”, dirá, “es imposible sin una
exclusión constitutiva” (6).
Esto ilustra la noción de real que sostiene, en la cual no es un objeto especificable, dotado
de leyes de movimiento propias, sino, por el contrario, algo que existe y se muestra a través de sus
efectos distorsionates de lo Simbólico. “No es un objeto sino un límite interno que impide la
constitución, en última instancia, de toda objetividad”. Lo real, agrega en un modo que recuerda
la lógica tórica, “establece un límite que impide toda auto-determinación por parte de lo
simbólico” (7).
Es decir, que hay un desnivel al interior de la significación, que por un lado es una
condición para que el proceso de significación pueda desarrollarse, y por otro esta dimensión sólo
podrá tener una sutura por la vía de la retórica.
Al respecto, la figura retórica que elige es la Catacresis ⎯que consiste en designar una
cosa, que carece de nombre, usando el nombre de otra⎯ como posibilidad misma del sentido:
“Un término figural es catacrésico porque nombra y da así presencia discursiva a un vacío
esencial dentro de la estructura significante”.
Esto recuerda lo dicho por Éric Laurent, que la nominación se relaciona a un vacío de
descripción, a un verdadero agujero en la dimensión del sentido. Asimismo, sostendrá que la
experiencia de nominación de goce falla siempre, por lo que el síntoma, que se vuelve nombre
precisamente porque reúne los intereses del goce del sujeto, es un signo de lo que bascula en el
régimen del Otro, y viene a marcarse como una imposibilidad de traducción del goce (8).
Volviendo a Laclau, en suma, desde la perspectiva lingüística afirma que una cierta
particularidad, sin cesar de ser particular, asumirá un cierto rol de significación universal.
3. Perspectiva política: Aquí, recurre al ejemplo de Solidaridad en Polonia para pensar una
Identidad popular más amplia. Subraya, que la frustración por parte de un régimen represivo de
una pluralidad de demandas, creó una equivalencia espontánea entre ellas que se expresaron en
una unidad simbólica. Pero, destacará que las demandas eran radicalmente heterogéneas y lo
único que compartían era un rasgo negativo. Esta negatividad irreductible, subyacente, es lo que
dará el carácter de representación simbólica, en este caso a Solidaridad.
En conclusión: el vínculo equivalencial se establece entre demandas radicalmente
heterogéneas, en donde su “homogeneización” a través de un significante vacío es un puro
passage à l’acte, que lleva a la construcción de algo esencialmente nuevo y no la revelación de una
“verdadera” identidad subyacente (crítica a Zizek) (9).
“Esta es la razón por la que en mi libro ⎯La razón populista⎯ he insistido en que el significante
vacío es un puro nombre, que no pertenece al orden conceptual. No se trata de verdadera o falsa
conciencia”.
Finalmente, las tres perspectivas pueden ser resumidas del siguiente modo: en la política,
al igual que en la perspectiva psicoanalítica, el objeto a, encarna el objeto elevado a la dignidad de
la Cosa, y con la significación vía la catacresis, como figura retórica, se nombra dando presencia
discursiva a un vacío esencial dentro de la estructura significante. Para Laclau la constitución de
nuevos agentes -pueblos – se hace a partir de “encarnaciones figurales resultantes de una creación
ex nihilo, que no es posible reducir a ninguna literalidad precedente o final” (10).
Por eso en su argumentación sostendrá que “la sociedad no es nunca un órden puramente
objetivo sino que se construye en torno a una imposibilidad final” (11), para definir que la
heterogeneidad constituiva implica la primacía de lo político en el establecimiento del vínculo

social. Y que lo político para él no es “ningún tipo de área de acción regional sino la construcción
contingente del vínculo social” (12).
Para retomar la lectura de la definición de Lacan, citaré otra referencia sobre el síntoma:
“El orígen de la noción de síntoma no hay que buscarla en Hipócrates, sino en Marx, en el
enlace que él hace por primera vez entre el capitalismo y ¿qué? – el buen viejo tiempo, lo que se
llama el tiempo feudal. El capitalismo es considerado como teniendo unos efectos sobre todo
benéficos, puesto que tiene la ventaja de reducir a nada al hombre proletario, gracias a lo cual éste
realiza la esencia del hombre, ser despojado de todo y ser el mesías del futuro. Tal es la manera
en que Marx analiza la noción de síntoma” (13).
Ernesto Laclau, en su libro, que estamos intentando hacer dialogar con otros textos para
entenderlos, va a criticar algunas visiones de Marx ⎯desde otras lecturas marxistas⎯ como el
concepto de que la historia es un relato coherente, donde necesidad y libertad de acción no
encuentran distinción ante el factor objetivo que imponen el desarrollo de las fuerzas productivas.
Por consiguiente, agregará, que el modelo estratégico que afirmaba que “la última confrontación
antagónica de la historia tendría lugar entre la burguesía y la clase obrera”, se verifica que
presenta todo tipo de inconsistencias (14).
Laclau reivindicará su posición que lo político tiene un rol primariamente estructurante,
en tanto las relaciones sociales son en última instancia contingentes, y no simplemente una
categoría interna a la economía.
Esta concepción, de una politización de la economía y no al revés, de lo heterogéneo y lo
contingente, lo lleva a tomar la noción lacaniana de resto/residuo para cuestionar la lógica de la
totalidad. Ya sea, en el caso de la dialéctica de Hegel, o la semiológica de Saussure, quien al
sostener que la lengua es un sistema de diferencias “presupone una homogeneidad, en la medida
que cada elemento requiere su diferencia con todos los otros” (15). Entonces, asume que todo
tipo de transición dialéctica se funda en un terreno lógico saturado donde nada puede escapar a la
determinación dialéctica.
Por otro lado, “este cierre no puede lograrse porque algo al interior de ese terreno escapa
al control dialéctico”(16), y justamente lo que sitúa Laclau es que este cierre se malogra al
presentarse “un exceso contingente que desborda la dialéctica de la historia” (17). Como
consecuencia ⎯a diferencia de lo que creía Marx⎯ la visión de la historia como un relato
coherente es puesta en cuestión.
Finalmente, donde si encuentra una entidad en la teoría de Marx que reúne ese valor
contingente y en exceso, es en el lumpenproletariado. Con esta afirmación también apunta a “ese
mesías del futuro” ⎯como irónicamente lo denomina Lacan⎯, ya que se trata de destruir las
credenciales del proletario, que idealmente le otorga Marx, como agente necesario del desarrollo
histórico.
Es en tanto que la noción de la historia como historia de la producción resultó
crecientemente socavada, que Ernesto Laclau definirá: “La cuestión del lumpenproletariado es
importante para mí. Es la vía real que hace visible un problema más amplio: la cuestión relativa a
las lógicas que estructuran la realidad social. Es por esto que he dicho que la cuestión del
lumpenproletariado es un síntoma” (18).
Al respecto, habiendo arribado a este punto, nos parece que esta definición es afín a lo que
dice J. Lacan en Televisión (19), sobre la intrusión del objeto plus-de gozar como síntoma en la
civilización. Y también, los planteos que deja traslucir Laclau sobre la importancia del objeto a en
una lógica del No-Todo, recuerdan a lo definido por J.-A. Miller en otro ámbito ⎯el curso de la

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*
*