Cuarto encuentro de Bibliotecas de la Nel
CUARTO ENCUENTRO DE BIBLIOTECAS DE LA NEL
“Psicoanálisis y arte. Una lectura de la tríada Odio, Cólera e Indignación”
«Se necesita que transcurran 100 años en las profundidades del gusto para decir lo que no se puede decir de la familia, del amor…, es decir del goce. No necesariamente, con violencia. Que haya lugar para la poesía”
Por Ana Ricaurte, NEL-Guayaquil
De inicio agradezco participar en este trabajo y la ganancia importante de “Dejarnos enseñar por el arte”.
En la biblioteca de Nel Guayaquil articulándonos al programa de trabajo con el tema del IX Enapol, realizamos dos encuentros con artistas ecuatorianos: En un primer momento, una entrevista[1] con el director ecuatoriano de cine Sebastián Cordero sobre su película Rabia[2], con participantes del programa de Cine y Psicoanálisis integrado a la Comisión de Biblioteca.
*La película Rabia de Sebastián Cordero, cómo desbroza el camino que nos permite a los psicoanalistas una lectura más allá de los semblantes, de eso que insiste tras lo velos imaginarios, o tras la organización de lo simbólico? Hay en ella una lectura por ejemplo, del odio en el que se puede reconocer la pulsión de muerte, en el empuje a lo peor de sus actos, al crimen y a la propia aniquilación. Es esta la deriva que justamente toma la vida del protagonista de Rabia, despojándose progresivamente de su humanidad, en una historia de encierro y de invisibilización en un mundo que lo deja al margen, ofreciéndonos una mirada que no se detiene en el realismo social y avanza a los conflictos más íntimos que ya están en el personaje, en su rabia, en su agresividad, en la paranoia estructural del Yo[3], que en tal situación degeneran en una animalización del hombre, que “se ha vuelto una rata”. Nos muestra de entrada a un hombre de este lado del mundo que sufre como migrante en el primer mundo, él recibe odio, es tratado con desprecio y burla. Esto es lo que viene del campo del Otro, y pudiéramos pensar que eso es lo que desata su odio, pero la película pone énfasis en cómo esas experiencias tocan algo interno no superado. Hay la intuición de ese otro campo más complejo, algo propio. Es lo que nos hace saber el director en la entrevista, el creyó necesario un giro en el guion para tratar la muerte del protagonista de un manera no tan llana, dice. En la novela, el hombre muere enfermo de rabia, mordido por una rata. Para poder captar eso de otro orden, en la reformulación de Cordero él muere fumigado, muere como rata. Es aquí que vemos que apunta a otra cosa, que nos lleva a pensar en lo Uno, la existencia, el ser, el ser de rata. En este punto podemos seguir en la obra cómo el artista vislumbra esa diferencia entre el campo del Otro y el de la existencia.
J-A Miller, en el seminario El ser y el Uno, sesión del 18.5.11, refiriéndose al pase dice que Lacan designa ese momento en el cual un análisis habiendo recorrido los efectos de la causalidad psíquica y reducidas las ficciones del deseo en su relación con el Otro, remite al analizante su ser. Lo que despeja, lo que persiste es la existencia, el registro del Hay. Lacan nos decía de Marguerite Durás, ella no sabe que lo dice, pero puede señalarnos un real sin saberlo.
Un segundo momento, también muy revelador fue el Encuentro entre Literatura y Psicoanálisis que realizamos con Ma. Paulina Briones, editora y crítica literaria, quien nos hizo recorrer una serie de textos y autores ecuatorianos, en su mayoría mujeres, empeñada también ella en nuestro propósito de dejarnos enseñar por la obra escrita sobre odio, cólera e indignación. De la conversación en su casa de literatura, Casa morada, acompañadas por Mayra de Hanze y otros colegas que asistieron, traeré algunas líneas, de las que puedo extraer enseñanzas.
Previamente hubo una selección de un texto y una autora, María Fernanda Ampuero y su libro de cuentos Pelea de gallos, obra muy propicia para el tema que trabajamos. Conversamos con ella. Invitada en la Universidad Católica a presentar su libro, la anfitriona, le dice “No escribes sobre lo terrible, escribes en terrible… hay una acción política allí “. Ampuero responde: “Porque hay cosas indecibles en la familia, que necesitan monstruas para decirlas. Crecer en familia es una acumulación de daños… La familia es monstruosa porque hay un canon del que es muy fácil salirse, se camina en cables”. “No se admite el queer, no se admiten los cuerpos distintos, la pesadumbre o la enfermedad mental”. De ello escribe en sus cuentos.
Ante la ausencia de la escritora, que vive en el extranjero, invitamos a Briones, para hablar de esta obra, de la nueva literatura y de OCI. Un encuentro prolífico, nos abrió un vasto camino que no conocíamos en la literatura ecuatoriana actual. Una serie de obras impactantes por la fuerza de transmisión de estas pasiones, y también nos llevó a apreciar el decir poético en muchas de ellas.
Una primera pregunta fue, por la acogida que esta escritura está teniendo, en editoriales que las publican, los premios literarios que reciben aquí y fuera del país. El libro de Ampuero y el de Mónica Ojeda a la cual nos referiremos también con su revelación indignada de la violencia, el odio, en las relaciones primarias, ambas han sido escogidas dos años seguidos en la selección de obras de ficción del NY Times. Esto es lo que me llevó a traer la frase de Kant con Sade, que tienen que transcurrir 100 años en las profundidades del gusto para poder decir, como Ampuero lo que no se dice de la familia, como un momento de tomar una enunciación con rabia, un momento que privilegia eso y que haya tanto interés por leerlo, que tenga esa aceptación.
Define Briones lo poético como descenso a un borde y poder escuchar algo, allí donde los demás sólo captamos un murmullo. La palabra poética penetra lentamente a lo inefable. ¿Será por esa vía que se pueden decir cosas terribles?
Dice Briones que la palabra poética penetra lentamente en la noche de lo inexpresable. Mónica Ojeda Desfiguración Silva, Nefando, Mandíbula, indaga sobre el límite de la novela, la creación o el sentido del arte, todo lo que en el lenguaje se construye como zona oscura. La violencia infantil, necrofilia, incesto fluyen a través del discurso poético que da movimiento a las historias lóbregas: “mi madre nunca nos buscó, crecimos en casa hecha de líquenes donde el silencio se ensanchaba de extremo a extremo a extremo y nos mecía como si pudiéramos dormir con la boca cerrada”
Es decir literariamente, lo que Lacan enseñó en relación al niño: éste viene al mundo en la posición de objeto, y su cara de desecho deberá ser recubierta por el deseo de aquellos que lo acogen. Cada uno de nosotros, dice él en el Seminario 17, es “determinado primero como objeto a”, en la medida en que somos “cada uno abortos de lo que fue, para quienes le engendraron, causa de deseo”[4]
Ampuero en su cuento Subasta inserta una ironía que hace fluir la densidad de las vivencias infantiles como hija del criador de gallos de pelea, niña pequeña, desmerecida por su sexo, escuálida, falta de gracia, destinada a sucias tareas de las que ella hace su coraza y salvación en el mundo de hombres atroces en el que pasa sus días. El rechazo infantil a recoger las vísceras de los gallos muertos pasa a ser su mejor compañía.
La actualización de la oscura historia infantil se presenta a la mujer en un secuestro express para enfrentarse a una violenta y feroz experiencia de subasta de personas secuestradas, valoradas según él apetito del postor. Nuevamente las inmundicias son su salvación, logra burlar la maldad del otro, sus contenidos intestinales y otros fluidos recubrirán su cuerpo en una degradación y descomposición de sí mismo, voluntaria y controlada en tanto muy conocida, que se vuelve insoportable a la mirada del otro.
En Nam, otro de sus cuentos, acreedor de varios premios, está la historia que gira brutalmente del encanto por la belleza, de la ternura, el amor apaciguador del sufrimiento en las adolescentes, en el encuentro en una tarde de estudios, entre las dos compañeras y el hermano de una de ellas, estadounidenses, bellos pero solitarios que no encajaban en la escuela. Tarde idílica oyendo discos del padre, del que sólo ve la foto en la sala, un joven guapo en uniforme militar. Están en la casa de estos hermanos y le marcan la prohibición de entrar en una habitación. Pero pareciera que la seguridad y felicidad del amor da ciertas atribuciones sobre el otro y allí se abre la puerta para la desgracia en esta breve historia. Tiene urgencia de un baño, está el otro ocupado y entra donde no debía: En el mundo infernal del padre oculto, resto de la guerra de Vietnam como un despojo humano, enloquecido, inválido, con un cuerpo destruido. Gritos de terror de ambos. La hija corre a tranquilizar al padre y levantarlo del suelo tiernamente, mientras con una mirada de odio la expulsa de la casa. No volvieron al colegio, no los volvió a ver nunca más. Dice Briones, lo que ocurre en Nam es fascinante, va de lo muy particular de esta historia a la generalidad del mal mayor de la guerra. En esta conjugación da a leer la historia y deja ver que allí pasa mucho más, no solo el enamoramiento adolescente.
Karina Sánchez y Los senos maravillosos
La sutileza de la escritura de su enfermedad queda determinada desde los dos epígrafes que elige:
De Anne Carson, en Hombres en sus horas libres: “…Por muy dura que sea la vida, lo que importa es hacer algo interesante con ella…”. Y de Gilles Deleuze, en Diálogos, con Claire Parnet. “….. Amar a los que son así: cuando entran en una habitación, no son personas, caracteres o sujetos, son una variación atmosférica…..”
Comienza a narrar y se siente que quien escribe es ese ser de levedad de los epígrafes. Hay una intención de delicadeza. Será acaso ésta su manera de tratar lo que la agrede?
En frases cortas va contando vivencias, recuerdos, algo que le gusta, no se detiene en ninguna “soy esa niña deseando ser como el resto y llevar una rosa, o incluso un clavel. Su levedad también es esta fluidez que la desliza de una cosa a otra. Y de repente dice “hoy he perdido mi seno derecho”. Un golpe al lector. No se queda hablando de esa tremenda experiencia. En ese ritmo de decir en fragmentos, trae a continuación otra anécdota encantadora de su infancia, llegó a la escuela una niña albina y todos querían tocarla. En la narración, el seno perdido queda acompañado de otras vivencias de vida.
Teje sus miedos en muchos sueños que cuenta, una imagen que se repite es la de indigentes que asocia con enfermedad y muerte, pero enseguida busca un poema sobre indigentes. Trae un poema de Tununa Mercado “Pienso en las ropas de mis estropeados, veo uno vestido de negro con fundas negras de basura amarradas a su cuerpo”. Cómo sostiene este proceso? Cuando algo la agrede, hace uso de los libros y de las imágenes. Incluye varias fotos en el libro, una imagen de la pintura de Santa Ágata con los senos cortados puestos en una bandeja. Trae el sueño con el hombre de las culebras al que teme, pero al mismo tiempo la figura del dios de la Medicina Asclepio, sosteniendo una serpiente. Trae el poema de Anne Sexton Soñando con senos “Finalmente cortaron tus senos y la leche se derramó a borbotones sobre la mano del cirujano…”.
Nuevamente de manera intempestiva dice la autora “Llevé un tumor en mi cuerpo durante cuatro años y me negué a operarme”. Prestamente rodea esta declaración. “Busco lecturas que tengan que ver con senos y con leche”. Abre una lista muy larga de referencias bibliográficas sobre el tema, pinturas como Lactación mística de san Bernardo y otras, fotos, estudios sobre la vía láctea, a la vez que va historizándose alrededor de estos elementos, recuerda a su padre pintando paredes con leche, recuerda su primer sostén y la ilusión sentida. “Tomé biberón durante un largo tiempo, aún lo tengo en la memoria, hasta los tres o cuatro años. A esa edad mamá me compró un jarrito color rosa… fue el día final del biberón”.
Enfrenta la enfermedad con una voluntad de lucidez. Lucidez de alguien que está captando este amasijo de piezas sueltas, o de lo que en la enfermedad se puede evidenciar. Ella quiere conocer sola qué es ese proceso en su cuerpo que la enferma. “Descubro cómo funciona mi tumor. Antes del ciclo menstrual se endurece y crece, se relaja y se suaviza luego de la menstruación. Tiene un ritmo, tardo más de un año en darme cuenta de esto, trabajo con mi cuerpo, ejercicios, respiración, aprendo a comer. Me doy cuenta que tengo un cuerpo inexplorado…. Reparo en una sensación de energía real, una corriente con conciencia que parte de mi vientre y viaja hacia mi seno… sabe a dónde debe dirigirse. Es inútil siquiera intentar mencionar estas experiencias a los médicos. Las dimensiones más sutiles del cuerpo les son desconocidas”
“Había decidido no operarme y solamente esperar. Cuando imaginé esa espera no fui conciente que el final no llegaría como habría querido, como apagar la luz y dormir… que se presentaría el deterioro del cuerpo “. “Decidí operarme, me sentía agotada”. “Tengo nostalgia de un mundo antiguo, de la pérdida de cualquier contacto con lo sagrado, de que el centro esté volcado hacia lo vano e inmediato, de que la naturaleza haya dejado de hablarnos”
“Perturbar a la desgracia con algo de belleza”.
“A partir de la operación, mamá dice que soy yo. Ahora tengo que acostumbrarme a esta extrañez. Me quedan los libros, que siempre han hecho todo más llevadero. Leo y escribo para intentar comprender, es la relación con mis lecturas, con mi vida, con mi mundo, quería trasmitir mundo, quería hacer algo con la tristeza que tenía adentro, quería perturbar a la desgracia con algo de belleza, quería que mi cuerpo fuera un espacio de libertad. Porque por este camino atisbé el conocimiento de sí mismo, el camino de sombra que lleva al encuentro con el alma”. Aprecio en este párrafo un saldo de saber del proceso que ha emprendido, una especie de abrochamiento conciliatorio con su vida.
Igualmente, en Rabia, Sebastián Cordero, nos explica la escena final como el uso de un recurso de estilización para hacer con la degradación de la muerte de José María, con la sutileza de una escena que le permite al hombre que está muriendo salir de su escondite de rata y conocer al hijo que ha nacido. Y darle un abrazo para soñar el sueño final del amor, como un hombre.
“Dice Miller: en Freud clásicamente, Eros fabrica el Uno, pone un vínculo, mientras que Tánatos deshace los Unos, desliga, fragmenta”.
No puedo dejar de incluir aquí una cita de J-A Miller en su conferencia Niños violentos, cuando propone “proceder con el niño violento de preferencia con dulzura, sin renunciar a maniobrar, si hay que decirlo, una contra-violencia simbólica”.
Hasta aquí el trabajo a presentar, pero incluyo la referencia para la lectura de los colegas de lo que dice Miller[5] sobre el acto surrealista, como acto terrorista, por medio del semblante, como postura literaria. Es “el terror de las letras”, citando a Jean Paulhan. Es poner la escritura en el diapasón de la pulsión. Un sueño que se alcanza, no por medio de las armas sino por un cierto uso del lenguaje, el resorte primero de la represión.
[1] https://www.youtube.com/watch?v=1kGoinqCKm4
[2] https://zoowoman.website/wp/movies/rabia/
[3] Presentación del XIX Seminario para Docentes del INES “ La agresividad en psicoanálisis”,
por Jesus Santiago. Correo del Ines nº 3 en Nel Noticias, 22 de Mayo, 2019
[4] Drummond, Cristina (EBP). “Ningún padre para ver que me estoy quemando”. Boletin OCI 2)
[5] Miller. J-A. Niños violentos. Intervención de clausura de la 4ª Jornada del Instituto del niño. Marzo 18 del 2017. https://psicoanalisislacaniano.com/ninos-violentos/