Conferencia: Embrollos de familia

Por: Mónica Febres Cordero de Espinel

Conferencia en el contexto de las actividades conjuntas entre la NEL y la Maestría en Psicoanálisis de la UCSG

img-20170212-wa0009En el Seminario 23, El Sinthome, Lacan dice: “Creemos que decimos lo que queremos, pero es lo que han querido los otros, más específicamente nuestra familia, que nos habla”[1].  En efecto el peso de la familia en el destino del sujeto es abordado por Lacan en diferentes momentos de su enseñanza.  En un texto muy anterior,  Los complejos familiares, escrito en 1938,  estableció que la familia es primordial en la transmisión de las estructuras culturales, las cuales  desbordan lo consciente[2]. La cultura establece los vínculos de parentesco porque legitima los vínculos de sangre; el parentesco resulta ser efecto del matrimonio en tanto acto significante signado por el intercambio de palabras. Así, indica en esta época que no es lo biológico lo determinante en la formación de una familia, sino lo propio al orden significante. Lo simbólico marca una legalidad a la que refiere la transmisión tal como la concibe entonces.

La transmisión como concepto tomará otro giro en los años 70, cuando Lacan escribe la Nota sobre el niño. En efecto, J. A. Miller, en un texto preparatorio a las XXXV Jornadas de la ECF, “El revés de las familias” regresa sobre la Nota y dice que, siendo un texto escrito desde la perspectiva del síntoma, lleva a reconstituir lo que sería la segunda perspectiva en la enseñanza de Lacan, es decir, la perspectiva del sinthome [3]. Es este paso el que me interesa subrayar: desde el privilegio dado a lo simbólico a la importancia que adquieren en la teoría y en la clínica la problemática del goce. Giro que implica el desplazamiento del sujeto del inconsciente al parletre.

En la Nota,  Lacan dice  que la familia conyugal tiene una función de residuo,  se encuentra en  estado de residuo. Miller lo destaca: se encuentra en estado de objeto a y en eso consiste lo irreductible de su transmisin. Transmisión que da cuenta de la constitución del sujeto en función de un deseo particular, no anónimo.

Lacan establece la importancia de que la madre tenga un interés particularizado, singular, hacia el hijo, y que el padre, por su lado, pueda sostener una encarnación de la ley en el deseo. Deseo encarnado, por tanto. Fue un error, advierte Miller, considerar que Lacan en sus desarrollos sobre la metáfora paterna exaltó la función del padre. Por el contrario, lo que indicó fue que en la familia se trata de una matriz de funciones que son semblantes.

La fórmula de la metáfora paterna que Lacan escribe es una relectura del Edipo freudiano.  Introduce  en las relaciones y en los embrollos familiares un elemento enigmático: el goce femenino que, en la fórmula, aparece bajo la sigla DM –que se lee deseo de la madre- y alude al “campo del goce femenino, el goce del Otro, que anida en toda unidad familiar”, como dice Miquel Bassols en la convocatoria al próximo Enapol [4]. La familia es un aparato que regula el goce; Bassols va mas allá de la función reguladora y dice que resguarda el goce innombrable, a veces insoportable. La pareja parental lo vela, vela eso innombrable que esconde el goce femenino.

En un primer momento, Lacan  lo diferenció  del goce masculino, y lo refirió a él; en su última enseñanza propone el goce de la mujer como principio del régimen del goce como tal. Lo cual puede leerse como el goce no edípico, fuera de la estructura significante y referido al acontecimiento de cuerpo.

Si bien no se desmiente la interdicción –función significante-   introduce un giro diferente cuando descubre que en el goce femenino hay una parte  no afectada por la castración y que, por ello, escapa al proceso de prohibición. Porción de goce no sometida al Nombre del Padre y a la ley.

Para Miller el goce femenino es no simbolizable, indecible, guarda afinidades con el infinito.  Si se trata de un indecible por estructura, no tiene que ver con la impotencia sino con la imposibilidad, es el no cesa de no escribirse, índice de lo real.

Estamos en la teorización de Lacan a partir del Seminario 20, con los giros que trae sobre el goce, lo real y lalengua. El significante no sólo tiene efectos de significado, sino de afecto sobre el cuerpo y el síntoma deja de ser asunto de verdad.  El sujeto del que se trata no es ya el sujeto de la lógica, sino el sujeto con un cuerpo, el parletre.

En el texto citado, Bassols utiliza el término “sujeto de goce” para marcar este paso del sujeto del significante al parletre y dice que cada ser hablante –cada parletre– es siervo del secreto del goce familiar, secreto que será decifrado en parte en el curso de un análisis. Porque hay en el goce algo que puede pasar al registro significante y  algo que siempre escapa.

Las últimas conceptualizaciones lacanianas sirven para pensar las nuevas formas de las familias de hoy que no están dentro de la estructura clásica de la cual habló el psicoanálisis en sus comienzos en Viena. Hoy, dice Bassols,  los vínculos familiares se hacen y se deshacen  según las formas cada vez más singulares del goce sintomático. En estos contextos anida en efecto el enigma del goce de la madre. Excesiva o ausente: estragante. A menudo desregulada, inoperante la mediación paterna o el freno de ley alguna.

Embrollos de familia a ser abordados no desde la clínica del síntoma, es decir, desde la clínica del deciframiento en donde  la lectura significante  revelaba el secreto familiar sino desde la clínica del sinthome. ¿Qué implica esta última? La consideración del goce singular de cada ser hablante.  Implica también la consideración de lalengua y de lo traumático del encuentro del significante con el cuerpo, en el acontecimiento de cuerpo. Es la clínica del parletre que absorbe la clínica estructural con la división entre neurosis, psicosis y perversión a la que daba lugar la primera lectura de la Nota. En la clínica del parletre hay que considerar dos vertientes, la de las identificaciones familiares y la de los acontecimientos de cuerpo. Sin embargo, no hay que olvidar la advertencia que hace Miller: no dejar de lado la investigación sobre la pluralización de los Nombres del Padre. La referencia al Complejo de Edipo freudiano sigue siendo necesaria para entender en una buena parte los embrollos familiares.

[1] Lacan, J., Seminario 23, “El sinthome”, Paidós Buenos Aires 2006, p 160

[2]  Lacan, J., La familia, Barcelona 1978, Editorial Argonauta

[3] Miller Jacques-Alain, “El revés de la familia”, en Revista Consecuencias no 8, abril 2012.

[4] Bassols, M., “Famulus”, en Lacan XXI, Revista Fapol on line

 

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