Cine y Psicoanálisis: “Rabia”

Sobre una conversación con su director: Sebastián Cordero

Por Adriana Pérez Fournier

El 20 de marzo de este año tuvimos el privilegio  en nuestra sede de la Nel Guayaquil, de contar con la presencia del prestigioso director de cine ecuatoriano Sebastián Cordero, que nos permitió conversar sobre su película “Rabia” (2009),  y adentrarnos en la trilogía del próximo IX Enapol: Odio, Cólera, Indignación, y sumergirnos,  deslizarnos,  por estas pasiones que agitan lo humano.

Rabia, ira,  cólera,   que junto al odio, y la indignación,  son  distintos modos de nombrar aquello ante lo cual  se puede encontrar un sujeto  confrontado ante determinados acontecimientos o encrucijadas en la vida, y no pudiendo responder mediante el recurso de la palabra se interrumpe el circuito que hace cadena y lazo con el Otro,   haciendo irrupción lo real.

Es ese  innombrable, que se presenta bajo la forma de estas pasiones que hacen su emergencia  bajo distintas modalidades de goce, afectos como efectos del significante sobre el cuerpo, y pudiendo estallar, entre el odio y la rabia o indignación,   como sucede en la película  que culmina en lo peor, un pasaje al acto criminal del personaje José María.

 

“El vínculo entre dignidad e indignidad es esencial, no azaroso, pero aquel que media entre indignación y cólera es más laxo”[1]. Puede ser que la indignación dé lugar a que se monte en cólera, “aunque no todo humor colérico es producto de la indignación”, ésta se puede dar cuando la singularidad se ve e amenazada, cuestionada, rechazada, desconocida, violada. (G.Arenas)

 

 

La película nos interna en la trama de una “historia de amor imposible”, tal como nos comenta el director Sebastián Cordero,  con un elemento nuevo en la adaptación guionada  de la novela “Rabia”, del escritor argentino Sergio Bizzio, y es el tema de la inmigración. Son  José María y Rosa, colombianos  que migran a España, en busca de trabajo y una vida mejor.

José María trabaja en una obra en construcción. Rosa, empleada doméstica en la casa de la familia Torres, otrora una mansión,  que se convertirá a medida que avanza la película en un lugar, el escenario de lo que se dirime para cada uno como  su lugar respecto al otro, Otro, produciendo distintos des-enlaces para sus pasiones.

Inmigrante-Extranjero-Extraño

“El estatuto del inmigrante cuestiona el círculo de la identidad del sujeto, pero ser un inmigrante es también el estatuto del sujeto en psicoanálisis”.[2]

Nos dirá J-A. Miller que el sujeto como tal, definido por su lugar en el Otro, es un inmigrante. No definimos su lugar en lo Mismo porque sólo tiene hogar en lo del Otro. El problema del sujeto precisamente es que ese país extranjero es su país natal.

Podemos encontrar personificado en José María,  condensado en distintos momentos, el  odio, la rabia o cólera, frente a aquello en lo que se ve amenazado, expulsado, frente al odio racista, segregacionista, expresado por su jefe, el capataz en la obra  donde trabaja cuando éste le dice: “aquí no estás en tu país, aquí se viene a trabajar”.

“Nunca tuvimos lo que el inmigrante nos robó”, sentencia S. Zizek en “La permanencia de lo negativo”, a esto se le teme.

“..Siempre atribuimos al “otro”, un goce excesivo: quiere robarse nuestro goce, y arruinar nuestra forma de vida, y/o tiene acceso a un goce perverso y secreto. En resumen lo que realmente nos molesta del “otro”, es el modo peculiar en que organiza su goce, precisamente el excedente, el “exceso”, característico de esta forma: el olor de “su” comida, “sus canciones”, canciones y bailes ruidosos, “sus extrañas costumbres”, “su” actitud respecto al trabajo. Para los racistas, el “otro” es un adicto al trabajo que se roba nuestro trabajo o un vago que vive de nuestros esfuerzos, y es divertido ver la premura con que pasamos de acusarlo de rehusarse a trabajar a reprocharle que se roba nuestro trabajo”.[3]

En su curso “Extimidad”, Miller nos indica que este odio al Otro,  que se conoce a través del racismo, hay algo más que agresividad, hay una consistencia de esta que merece el nombre de odio y que apunta a lo real en el Otro, y surge la pregunta respecto a ¿qué hace que este Otro sea Otro para que se lo pueda odiar en su ser?, pues bien, dice Miller, es el odio al goce del Otro. Se odia la manera particular en que el Otro goza, y  en esa extimidad  es que en tanto el Otro, es Otro dentro de sí mismo, se odia al propio goce, como extraño, extranjero.

El odio, esa pasión, del ser, del alma, es anterior al amor, surge de la repulsa del mundo exterior; y ese odio primario, inaugural de lo humano, vemos cómo  se va fermentando en José María, pasando  por distintos momentos, y en tanto en su fundamento el odio es tan intenso,  que no se extingue al ser expresado bajo la forma de ira o cólera. El odio apunta a la destrucción, es preciso que el ser del otro odiado no forme parte de este mundo.

Así la rabia y el odio que ésta porta, le lleva a  José María a una serie de  actos violentos, y desencadena en lo peor, la muerte del capataz, al escuchar de parte de éste  el modo insultante e indignante al referirse a Rosa, su novia “…la colombianita esa que todos se quieren follar…”.

La casa, “como un personaje, un protagonista más” como lo señala Cordero, esa mansión   en la que se esconde José María, allí se refugia  luego de la muerte del capataz, será ese éxtimo, interior y exterior, unheimlich, el lugar donde si bien cerca de Rosa, en  tanto relación imposible se le torna inalcanzable. Su mirada sigue los movimientos de lo que allí sucede y  es testigo de los abusos y violación a Rosa por parte de Álvaro, hijo de los Torres. “El goce del encastre”[4] no funciona, y se desencadena el odio junto con la rabia, y José María produce un pasaje al acto criminal, una segunda muerte.

https://drive.google.com/open?id=1hc4we2nPfaIpfdkqyNJ_uidNhZKUnBaC

“La furia, la ira, la rabia, la cólera, en cierto sentido sería la suspensión de la pasión en función de la acción inmediata.  Puede decirse también que la rabia, la cólera, es la explosión contingente de un afecto, que se enraíza en la pasión del odio.”[5]

Estas  pasiones, odio, cólera indignación, se puede decir que se presentan de un modo moebiano, en cada momento contingente frente a la emergencia e irrupción de lo real, allí cuando se produce una suspensión de la cadena S1-S2, pudiendo interpenetrarse, y relevarse  unas con otras.

Quienes participamos en la conversación, con el director de la película “Rabia” Sebastián Cordero, agradecemos mucho su entusiasmo y transmisión en su pasión por el arte del cine, y quedando aún “otras capas o significados, para analizar y continuar interpretando la película”, tal como nos supo decir, y efectivamente desde el psicoanálisis sabemos que el sentido busca de algún modo atrapar lo real, pero éste no se deja atrapar, es reacio al sentido, como las pasiones.

Esta conversación nos abre una vía al articular “Cine y Psicoanálisis”, en este vector hacia el  IX Enapol, propuesto por la coordinación de Bibliotecas de la Nel, sobre “Arte y Psicoanálisis”,

 

Participantes de la conversación

Ana Ricaurte

Miembro de la Nel y AMP

Coordinadora Biblioteca Nel Guayaquil

 

Adriana Pérez Fournier

Asociada de la Nel  Guayaquil y participante del Programa de “Cine y Psicoanálisis” en la Comisión de Biblioteca de Nel Guayaquil

Miguel de la Rosa García

Asociado de la Nel Guayaquil y participante del Programa  de “Cine y Psicoanálisis” en la Comisión de Biblioteca de Nel Guayaquil.

[1] Arena, G. “Cólera, indignación y goce del encastre” https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5113128.pdf

[2] Miller, J-A, “Extimidad”. Ed. Paidós pag.43

[2] S.Zizek http://revistaanfibia.com/ensayo/nunca-tuvimos-lo-inmigrante-nos-robo/

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[4] Arena, G. “Cólera, indignación y goce del encastre” https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/5113128.pdf

[5] Boletín OCI 4, Romildo do Rego Barros (EBP)

 

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