BOLETÍN 8 – Hacia la II Jornadas de la Nel Guayaquil

BOLETÍN  8

HACIA LAS II JORNADAS

Esta ocasión, Ana Vizueta, Psicóloga Clínica, cartelizante en Nel-Guayaquil y trabajando su rasgo; “La orientación analítica en la atención clínica”, nos participa una apreciación de la práctica institucional en Chile. Ubicando cómo el entusiasmo de los Programas de Salud Pública y de Protección Social apoyados en los Derechos Universales, van tropezando en la marcha con el Programa de Goce Singular, con el que cada sujeto pone en tensión el andamiaje asistencial.

Presentado por
Mayra de Hanze

Vulnerados, violentados y abusados: objetos de un asistencialismo sin límites
Ana Vizueta

¿El asistencialismo encarnado en las instituciones de salud mental en Chile dan cuenta del imposible de gobernar de Freud?

El reordenamiento de las políticas públicas de salud mental en Chile gira en torno a la propagación de los derechos humanos, enfocándose en priorizar el acceso a la atención de salud para todos los ciudadanos; ocasionando la proliferación de programas especializados en diferentes vulneraciones de derechos, tales como PPF, PRM, PIE, entre otros; mismos que tienen una línea de acción especializada según la restitución de derechos que se considere se debe hacer. Aveggio (2017) puntualiza: ¨…al igual que otras políticas se orientan por el denominado “enfoque de derechos” consistente en la necesidad de justificar cualquier acción orientada a la justicia social en una acción de protección o de reparación de las consecuencias de un quebrantamiento de un derecho social o un derecho humano¨.

El furor asistencialista se ve marcado en la intromisión de profesionales de las ciencias sociales y de la salud mental, que evalúan si el sujeto fue o es vulnerado, llevando a cabo los planes de intervención y con ello, dictaminando qué destino para este sujeto. Como si para cada dolor o malestar subjetivo existiera un modelo de atención y con ello, una cura efectiva que alivie y desaparezca los síntomas en el menor tiempo posible, cayendo en demostrar la eficiencia de la terapia; desmintiendo la castración.

Greiser (2012), señala: ¨…las burocracias sanitarias ubican un delirio de normalidad que va de la mano del furor curandis —un furor por curar lo incurable— y de la regulación de todo aquello que, según los manuales, escapa a la norma¨. En efecto, frente al sujeto que no se adecúa a una vida que integre un bienestar para sí o para los que lo rodean, queda por fuera de la norma, siendo derivado según el infortunio que alega el incumplimiento a los derechos humanos.

El meollo en este trajín de instituciones es el aumento de sujetos que son denominados bajo el título que mejor corresponda a la trasgresión de derechos por los que ha pasado. Entonces, ya no se habla de sujeto sino de un objeto del sistema de políticas de salud y protección social. El sujeto-objeto que conlleva una historia de vulneración da cuenta de la paradoja de ser salvado de un malestar que muchas veces ni él es consciente que existe.

Por otra parte, Aveggio (2017), introduce el concepto de inversión de la demanda como un ¨pedir que pidan ayuda¨. Es decir, el Otro institucional, demanda que el sujeto pida un soporte, una escucha o una ayuda posible frente a su malestar. En contraparte, son sujetos acomodados en su modo de gozar, que van a la consulta por obligación.

Brodsky (1991) afirma:

Las prácticas de las que vengo hablando: gobernar-educar-psicoanalizar, no permiten una predicción de este tipo; hay en ellas algo de incalculable, de indecible, que impide establecer una relación simple entre causa y efecto… hay algo de azaroso en este tipo de prácticas, que, por ej. condujo a Lacan a incluir al psicoanálisis entre las ciencias conjeturales, es decir, aquellas que, a diferencia de las ciencias exactas, deben tomar en cuenta el factor “sujeto” (pág. 35).

En efecto, lo imposible se relaciona con el sujeto, dando cuenta de una operación fallida en la represión, en tanto hay un resto que regresa. No obstante, se instala en las políticas y las instituciones una incitación por el gobierno de sí, persiguiendo el bienestar referido por la OMS. En consecuencia, se incita a someterse en la rigurosidad del orden judicial para luego quedar bajo la tutela de un organismo que recluye con el fin de cuidarlos o resguardarlos del riesgo a ser vulnerados nuevamente. Greiser explica ¨no se trata sólo de la patologización de la conducta sino del paso siguiente, que es su judicialización¨ (2012, pág. 60).

Acerca del destino que se dictamina a través de la evaluación de la transgresión de derechos, es de suma importancia, interrogarse si la protección de derechos contrapone la libre elección del sujeto sobre su malestar y qué posición frente al mismo. En tanto, el Estado con el ideal de restituir un lugar de derechos pareciera que coarta la dimensión de la responsabilidad del sujeto frente a su propia historia (Aveggio, 2017, pág. 37).

De este modo, hay que estar atentos sobre qué deseo se juega en ese sujeto   —denominado en primera instancia como vulnerado, violentado o abusado— haciendo un paréntesis a la normatividad que infringe con esquematizar cada tipo de sufrimiento sin dejar lugar a aquello que lo diferencia y que, en énfasis, lo hace sujeto.

Entonces es imprescindible aperturar un espacio distinto que no condicione a ese sujeto a un tratamiento según su sintomatología sin antes haber acogido su discurso. Es así, que se marca una brecha en la atención, apuntando a la particularidad y con ello, remarcando un ir más allá de las condiciones sociales por las que viene el sujeto. Si bien, es importante conocer esto, es aún más necesario apuntar a una escucha activa y a una interpretación que ahí donde antes era objeto de protección se vuelva sujeto de palabra, de su palabra (Aveggio, 2017, pág. 373).

A propósito, no es la lucha de derechos necesarios para una sociedad menos injusta con ciertos sectores de la población lo que se objeta, sino el apogeo de una sociedad sin límites que trae una clara desregulación en los discursos actuales. Una vez más, se puede entrever que el ideal de la equidad puede suscitar, al igual que en las instituciones de salud y protección, un delirio de igualdad universal.

Por último, el asistencialismo da cuenta de un sistema que goza nombrando vulneraciones de derechos e incrementando una intervención para cada síntoma. Frente a esto, interpelar el asistencialismo es una vía para estar atentos a sostener al sujeto, prevaleciendo qué arreglo singular hace frente a su goce. La clínica psicoanalítica, orienta el trabajo en las instituciones, alejado del furor asistencialista, interroga sobre el lugar del clínico y del paciente; resguardando al sujeto y cómo se acomoda con su goce.

Bibliografía

Aveggio, R. (2017). Psicoanálisis y políticas públicas de salud mental en Chile: universalidad, diversidad y singularidad. Estado, Gobierno y Gestión Pública, 99.
Bordsky, G. (1991). Gobernar – Educar – Psicoanalizar. El psicoanálisis en el siglo,
Greiser, I. (2012). El psicoanalista en la época de la regulación. En Psicoanálisis sin diván (pág. 44). Buenos Aires: Paidós.

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