Boletín 7: Biblioteca Nel Guayaquil
Boletín #7
Julio 30 del 2020
¡La Biblioteca sigue abierta!
Que la Biblioteca de Nel Guayaquil presente hoy su séptimo boletín, hace ya una serie. En ellos abordamos temas que interrogan a los practicantes del psicoanálisis, especialmente en una coyuntura de dificultades sin precedentes como la que estamos viviendo, frente a las cuales animamos a que se comparta lo que para cada uno es un hallazgo, una cita que da luz a problemas de la práctica, un acto que fue posible sostener, una reflexión sobre la orientación del psicoanálisis lacaniano, algo que se desee transmitir en una transferencia de trabajo hacia la Escuela.
En esta entrega de forma excepcional, presentamos a nuestros lectores una experiencia orientada por el psicoanálisis, con un grupo de jóvenes con autismo. En palabras de Piedad de Spurrier, enseñante del CID en el seminario El autismo y la última enseñanza de Lacan, lo que María Beatriz Paredes nos participa, es una forma de mantener viva nuestra manera de hacer con este discurso en esta época de pandemia.
Ana Ricaurte
RESPUESTAS FRENTE AL ARRUINAPLANES
María Beatriz Paredes*
Desde hace algún tiempo vengo sosteniendo un trabajo con un grupo de chicos extraordinarios, como los llama Mariana Weschler (1). Autistas, psicóticos, sujetos que presentan ciertas dificultades de aprendizaje y socialización. Mi encuentro con la mayoría de ellos se dio en un colegio de la ciudad, en donde trabajo como acompañante terapéutica. Es tanto en el espacio escolar como en las actividades que les propongo, en donde se ha construido una transferencia que ha elevado mi experiencia laboral a una práctica orientada por el psicoanálisis.
En estas salidas se arman grupos de chicos con quienes se realizan actividades que permiten encuentros tanto en sus casas como en espacios públicos. Las actividades y grupos se piensan en torno al interés y necesidad de cada chico, a la dinámica que pueda darse a partir de este junte de singularidades y a los efectos que surgirán por el hecho de compartir un espacio con otros, esto último, incalculable.
En estas actividades algunos se han permitido deslizarse por una resbaladera de arcoíris cantando como un troll, cuando antes, la sola entrada al espacio de juego resultara aterradora, escoger un libro después de un largo recorrido de dos ediciones de la feria del libro de la ciudad, encontrar a los personajes de la película Intensamente en la pista de bolos y animarse a hacer un lanzamiento con Alegría, realizar el pedido en una cafetería, chocar los cinco con mucha emoción para luego en la siguiente ocasión decir “ya puedo sola”. Y muchos momentos más en donde cada defensa va cediendo frente a un otro más amable con la orientación de acompañar al sujeto en la vía de una posible reacomodación en relación al goce para que resulte más compatible con el vínculo social. (2)
El 12 de marzo el gobierno ecuatoriano declara la emergencia sanitaria y establece, como medida de prevención frente a los crecientes contagios de coronavirus, la cuarentena obligatoria. Llegan a mi celular preguntas y comentarios relacionados a actividades canceladas, rutinas afectadas y destellos, desde ya, de aburrimiento en una cuarentena que recién empezaba. La mayoría, comentarios escritos por ellos. En otros casos, los padres se comunicaban y hasta me traían mensajes como aquel de que el coronavirus era un arruinaplanes, y yo estoy de acuerdo con J.
Decido crear un grupo en whatsapp con los chicos que me han escrito. Uno de ellos sugiere hacer una videollamada. Fijamos fecha y hora. Eventualmente se fueron animando algunos chicos más. A inicios de abril, tuvimos que mudarnos de plataforma para estas conexiones debido a que otras nos ofrecían más herramientas que generaban las condiciones necesarias para ampliar los modos de estar: establecer chats internos, poder compartir pantalla, opción de dibujar, etc. Quienes conocen de las herramientas tecnológicas, pudieron descargar la nueva aplicación con facilidad. Algunos necesitaron capturas de pantalla, pasos a seguir y videos tutoriales que improvisé. Otros, contaron con la ayuda de los padres en casa.
Estas reuniones se establecieron en una por semana. Se conectan a la sesión de zoom quienes se animen. Durante las primeras reuniones, surgieron comentarios sobre la pandemia y establecieron adjetivos no tan amables para el coronavirus: grande, pegajoso, como una bola, verde, contagioso, la muerte.
¿Cuándo va a acabar esto?
¿Cuándo es la próxima salida?
Frente a estas preguntas para las que yo no tenía respuestas, contesté que no lo sabía pero que por ahora y para evitar al pegajoso y contagioso coronavirus, era mejor permanecer en casa hasta que el presidente nos diga que es seguro salir, estableciendo así una instancia tercera y ubicándome como partenaire sometida también a la ley.
Y así transcurrieron las conexiones grupales y unas cuantas individuales.
Cada uno dio su propio uso de las herramientas de la plataforma. C realiza comentarios sobre los temas de conversación, estado de ánimo y preocupaciones en relación al año lectivo que se avecina en el chat escrito. R es un entusiasta de las reuniones en zoom, una vez se conecta, empieza a jugar un videojuego en otro dispositivo mientras está atento a la conversación, esto se evidencia cuando realiza comentarios relacionados al tema que se está tratando o responde a preguntas. Su cámara nos ha permitido conocer el techo de su cuarto a detalle y nos deja saber de sus intereses cuando la acerca a su rostro para comentar.
En su primera conexión, F decide no activar el micrófono ni la cámara. Nos advertimos de su presencia pero seguimos conversando. En un gesto calculado, debido a que F fue quien a inicios del año me advirtió sobre la enfermedad Covid-19, pregunto “¿Y de dónde salió este coronavirus?” F activa su micrófono y da detalles de sus investigaciones. Transitamos por los efectos de la enfermedad, las muertes cercanas a su familia debido a la pandemia y la dinámica grupal nos lleva hasta los cómics. Es ahí donde se genera una conversación con otra de las chicas que disfruta mucho de las historietas. El mostrarse desde el no saber, descompletada para no encarnar el Otro perseguidor y situando el saber del lado de F, generó condiciones que permitieron dar su consentimiento al lazo en esa conversación.
T
Empiezo a trabajar con T en una clase que dictaba en el colegio. A T se le dificulta sostenerse en la escena con otros y elige decir muy poco y en ocasiones, nada como sostiene Laurent “la marca de goce no está extraída de la palabra, hasta tal punto que el sujeto vive la emisión de la palabra como una verdadera mutilación” (3). Es en ese espacio donde es posible construir una transferencia a partir de sus objetos. Con referencia a la película Intensamente y para establecer una conversación con T, solía preguntarle “T ¿quién está en los controles?”, con una risa que ahogaba en su garganta me decía la emoción que él escogía. Al decirle que le traería platillos que a él no le gustaban como una pizza de brócoli, reía y contestaba con un no sostenido o como traduce un amigo músico, un no en séptima menor descendente. “¿Y entonces qué te gusta?” “pizza, chocolates, galletas” y comenzábamos a charlar haciéndonos acompañar de signos de la película, de esa lengua privada que debemos saber escuchar.
Luego de varias invitaciones que él rechazaba y como consecuencia de este vínculo, T decide ir a una salida como llaman los chicos a estos encuentros. Se acerca y me dice en un tono de voz bajo “salida”. Ese día vamos a la casa de uno de sus compañeros, preparamos pizza en su honor y jugamos UNO. Resulta que T ganó varias partidas y parecía disfrutar de preparar su propia pizza. Aun así, se mostró firme en su decisión de comer su pizza con varios asientos de distancia entre él y los otros. Y así en varios encuentros a la hora de comer. Un sí al lazo pero con distancia.
Al inicio de la cuarentena, T escribe en el chat “hola, ¿cómo están todos?” “¿Qué hacen?” “¿Cuándo podemos salir?”. Recibe algunas respuestas. Le menciono que las salidas están suspendidas y pregunto qué le gustaría hacer cuando se reanuden, T contesta “invitarlos a mi casa”. Aunque T está en el grupo de whatsapp, no había participado en las conexiones. Le hice llegar un video con saludos de sus amigos, sus personajes favoritos y fotos de salidas anteriores, a modo de signar una presencia y sostener esos vínculos que había logrado construir. Me envía un audio diciendo que quiere participar en la siguiente conexión ¡una sorpresa! Gil Caroz menciona que esta modalidad de comunicación que es tan utilizada bajo estas circunstancias “mantiene el vínculo y establece una importancia de la noción de recordar: recordar una presencia que ha tenido lugar en el pasado o que tendrá eventualmente lugar en el futuro”. (4)
A
La madre de A me llama preocupada porque se acerca el año lectivo en medio de esta situación de emergencia. Es el último año de A en el colegio. No sabe si matricular o no a su hija ya que cree que “no será lo mismo” y que a A se le hará difícil el aprendizaje vía online. Respaldo su idea de que no será lo mismo y le sugiero hacer una videollamada de prueba para ver cómo le va.
Durante esta videollamada A toma el celular y al verme en la pantalla, sonríe, mira a su madre que está junto a ella y vuelve a sonreír. Su madre deja la habitación, A se acomoda en su sillón y conversamos. Me cuenta que lo que ha hecho durante la cuarentena es comer 100 negritos, ver 100 películas y que su parte favorita del almuerzo es el postre. Pregunto por sus largas caminatas, las que permitían apaciguar la angustia frente alguna dificultad en la clase, y me dice que da “¡1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10 vueltas!” alrededor de la piscina. Al despedirme le digo “choca esos cinco” y para dar cuenta de mi equívoco le digo “¡ah, cierto! no se puede”. Ella se lleva la mano a la boca y ríe. Rodeo mis hombros con mis brazos cruzados y le digo “te mando un abrazo” y A hace el mismo gesto y responde “te quiero mucho”.
En una de las llamadas grupales, mientras uno de los chicos hablaba y otro sostenía un videojuego de autos que al acelerar hacía ruido, A suelta el teléfono y choca sus dedos con las manos levantadas, luego las baja mientras hace un ruido agudo, lo hace repetidas veces y su rostro se enrojece, se muestra claramente inquieta. Laurent, recordando a J – C Maleval destaca al “objeto voz como portador de la marca de la singularidad que el sujeto autista no soporta, como lo demuestra su rechazo de la interlocución, ya sea a la que él se dirige o la que él dirigiría al Otro”(5) Apoyándome en sus invenciones, empiezo a entonar una canción que solemos cantar juntas y me detengo, sin nombrarla, ella toma su celular y continúa con la estrofa de la canción. Y es por medio de sus objetos que ella logra dar tratamiento a lo que le retorna como invasivo. La transferencia vivifica ese encuentro telemático, el cuerpo agitado se calma y puede sostener la interacción e involucrarse con comentarios esporádicos. Sostuvo un encuentro grupal más pero se mostró más interesada en las conversaciones individuales.
Conversaciones en zoom sui géneris, con los arreglos de cada uno para sostenerse en el intercambio con los otros.
Ahora, otro momento. Desde otro espacio se siguen sosteniendo los intercambios con un poco más de frecuencia, por ahora vía online, evocando que el encuentro presencial será posible y con la ilusión de continuar el trabajo que toma la singularidad como punto de partida.
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*Participante en seminarios del CID Guayaquil
(1)Weschler, M., “Chicos extraordinarios de padres comunes y corrientes” Buenos Aires, Grama, 2010
(2)Plobome, G., “Una práctica esclarecida…por el psicoanálisis” L’atelier N.2, Barcelona, Repro Disseny
(3)Laurent, E., “La batalla del autismo. De la clínica a la política” Buenos Aires, Grama, 2013
(4) Caroz, G., “Recordar el psicoanálisis” Hebdoblog n. 198, ECF, 5 de abril 2020
(5) Ídem