Boletín #5 «Violencias y Pasiones»

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En este escrito de María Leonor Baquerizo nos muestra el nudo fundamental de amor y odio puesto al servicio de la venganza. Nos hace ver en el cuento de Rubem Fonseca, cómo el encuentro de la pasión con la ausencia de ley, es justamente generador de actos sin ley.

María Leonor Baquerizo es docente, escritora.  Y observadora absoluta, como ella misma se define.

Ana Ricaurte, Responsable del Boletín

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EDWARD MUNCH  “AMOR Y DOLOR”  (ciclo El friso de la vida).

VIOLENCIA Y PASIÓN

Narrar el Amor desde el Odio 

Por: María Leonor Baquerizo DG.

La literatura nos permite decir aquello que podría sonar  siniestro o extremadamente  cruel; aunque esta sea una realidad a gritos, vista desde el  silencio de todos.  Sin embargo hablarlo en el cotidiano vivir, es afrontar algo que es más fácil no mirar, a pesar de que ese “algo” sea  una parte  inherente en el ser humano. Pienso que todos tenemos un lado de sombra y un lado de  luz, esta fuerza  que nos apasiona y nos maneja, muchas veces generando  hechos que normalmente son impensables. El escritor brasileño Rubem Fonseca, en su libro de cuentos “Historias de amor”, recoge  extraordinariamente  ese individuo común,  con toda su ternura,  con toda su violencia y con todas sus pasiones. Sus personajes trasgreden el límite  de lo permitido en la cotidianidad  para trascender  en su  narrativa.

El texto al que me voy a referir de manera particular, es “Ciudad de Dios”, el segundo cuento del libro.   Nombre que  recuerda la película  que se desarrolla en las favelas de Brasil.  Fonseca quien también es guionista de  cine, además de ser especializado en Derecho Penal; recoge  la violencia del mundo suburbano, en donde se mezclan  los narcotraficantes  y los señores “respetados”.  Y modela  a este ser  que se reviste  de  amor para cubrir  el desamor y la melancolía.  Yuxtaponiendo al amor, al rencor y al odio,  como algo que  corroe  y da  paso  a la venganza.

João Romeiro,  uno de los protagonistas, es quien juega a ser Dios en la Ciudad de Dios; su mujer Soraia Gonçalves, es “una mujer dócil y callada”, como le gustan a él. Sin embargo, nada ciega más al ser humano que la pasión, en cualquiera de sus clasificaciones,  y con mayor fuerza desde el juego del amor se permite  cualquier cosa; tal como se hizo con la cabeza de Juan el Bautista, no se cuestiona, sólo se obedece, invirtiendo el papel de rey a  servidor.

 La manipulación desde la palabra, el poder del lenguaje en el juego de lo corporal amoroso, agrandar o alimentar el ego del otro, permitir llenar la mente con su deseo. Lo oscuro, el amor odio u odio amor, la venganza; aunque ésta sea  una autodestrucción. Es lo que se ve con mucha  fuerza en este breve texto.

Cito “Hoy por la noche Zinho llegó a la casa luego de pasarse tres días distribuyendo, en sus puntos, (…)Fueron a la cama. Zinho era rápido y rudo y luego de joder a la mujer le daba la espalda y se dormía. Soraia era callada y sin iniciativa, pero Zinho la quería así, le gustaba ser obedecido en la cama como era obedecido en la Ciudad de Dios. “¿Antes de que te duermas te puedo preguntar una cosa?” “Dime rápido, estoy cansado y quiero dormir, amorcito.” “¿Serías capaz de matar a una persona por mí?” (…)

“¿Y qué te hizo?”

“Nada. Es un niño de siete años. (…)                                             

¿Por qué quieres matar a un negrito de siete años?”

“Para hacer sufrir a su madre. Ella me humilló. Me quitó a mi novio. Me hizo menos, a todo el mundo le decía que yo era una burra. Luego se casó con él. Ella es rubia, tiene ojos azules y se cree lo máximo.”                                                                                                

“¿Quieres vengarte porque te quitó a tu novio? Todavía te gusta ese puto, ¿verdad?”

“Sólo me gustas tú, Zinho, eres todo para mí, ese mierda del Rodrigo no vale nada, sólo siento desprecio por él. Quiero hacer sufrir a la mujer porque me humilló, me llamó burra delante de todos.”                                                                                                

“Puedo matar a ese puto.”                                                                                                                                                                                  

 “A ella ni siquiera le gusta él. Quiero hacer que sufra mucho. La muerte del hijo deja a las madres desesperadas.” (…)                                                                                                                                                        

 “Voy a mandar que cojan al niño y lo lleven a Ciudad de Dios.”                                                                                                 

“Pero no hagas que el niño sufra mucho.”                                                

 “Si la puta ésa se entera que el hijo murió sufriendo es mejor, ¿o no? (…)

Por la mañana bien temprano Zinho salió en el carro y fue a Ciudad de Dios. Permaneció dos días fuera. Cuando volvió, llevó a Soraia a la cama y ella obedeció dócilmente a todas sus órdenes. Antes de que él se durmiera, ella preguntó, “¿hiciste lo que te pedí?”                                   

“Cumplo lo que prometo, amorcito. (…) En la madrugada le rompieron los brazos y las piernas al negrito, lo estrangularon, lo cortaron todo y luego lo tiraron en la puerta de la casa de la madre. Olvida a ese mierda, no quiero oír hablar más de ese asunto”, dijo Zinho.                                                

“Sí, ya lo olvidé.”

Zinho le dio la espalda a Soraia y se durmió. (…)  Soraia se quedó despierta oyendo roncar a Zinho. Después se levantó y tomó un retrato de Rodrigo que mantenía escondido en un lugar que Zinho nunca descubriría. Siempre que Soraia miraba el retrato del antiguo novio, durante todos aquellos años, sus ojos se llenaban de lágrimas. Pero ese día las lágrimas fueron más abundantes.

“Amor de mi vida”, dijo, apretando el retrato de Rodrigo contra su corazón sobresaltado.

La palabra seductora y las pasiones como generadoras de hechos.  No hay ley para la venganza, las pasiones están exentas de la ley del hombre, porque las gobierna el solo actuar.

Fonseca nos regala su narrativa como un golpe que noquea, desde un lugar que reina lo sin ley, donde parecería que su escritura se construye desde el antagonismo en “Historias de amor”.

 

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