BOLETÍN 4 – Hacia la II Jornadas de la Nel Guayaquil

BOLETÍN 4

Hacia la II Jornadas

Presentado por Ana Ricaurte

María Hortensia Cárdenas, Analista Miembro de la Escuela (AME) de la Nueva Escuela Lacaniana (NEL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP), Directora del CID-Lima, nos ofrece hoy, una lectura diferente de las situaciones de abuso. En la experiencia de análisis se puede tocar la implicación del goce que le concierne al sujeto y puede, entonces, serle posible elegir otra cosa, otros lazos.

Ofrecer otra vía que la identificación a la víctima en la que el sujeto queda preso en la repetición, es de mucho interés para  los practicantes del psicoanálisis.

PODER ELEGIR OTRA COSA

María Hortensia Cárdenas

La cultura, las leyes, la educación no parecen poder regular a cabalidad lo pulsional, a la sexualidad, la agresividad, la violencia de hoy, que se manifiestan en los abusos indiscriminados, acosos, bullying, torturas, maltratos, formas actuales del malestar. Cuando los vínculos sociales no están regulados, se presenta la proliferación de lo que se denuncia como abuso. Abuso sin culpabilidad ni responsabilidad, más bien, muchas veces festejado y mostrado por las redes mediáticas, con efectos de identificación con el abusador, defensa ante el temor de ser ellos mismos víctimas de abuso. Como dice Éric Laurent: “La época vive una fascinación por la violencia contra uno mismo y contra los otros”.[1]

No es tanto la armonía o la fraternidad lo que moviliza el lazo con el otro. Lacan destaca que la agresividad forma parte del fundamento de la subjetividad, es constitutiva del sujeto, y modela los vínculos sociales. La rivalidad y los celos, las exigencias, abusos y caprichos están presentes desde muy temprano en la vida de niños, forman parte de lo que se va construyendo como un modo de relacionarse, donde el otro puede ser un enemigo: el otro es malo y usurpa lo que me corresponde. Es el encuentro con la maldad que emerge en el prójimo, como precisa Freud en “El malestar en la cultura”.

El psicoanálisis demuestra que hay algo imposible de soportar de uno mismo, algo inefable, que no queremos reconocer y que regresa y se repite: el síntoma con su modalidad de goce que el sujeto encontró en la contingencia. El encuentro con el goce siempre es un mal encuentro, ya sea por el exceso en más o en menos. El fantasma entra en juego como un velo, una pantalla ante lo real pero también es una ventana a lo real. En este punto Miller anota que la realidad cobra significación y se ordena en el marco de esa ventana y sobre esa pantalla.[2] Esconde la causa de deseo pero también el goce implicado que no se deja atrapar. El sujeto se acomoda a la significación de goce que fijó el fantasma.

Cuando lo real emerge bajo la forma de la angustia, no engaña. Los sujetos están más vinculados a su angustia frente al goce y al deseo del Otro. El deseo angustia, sobre todo porque no está desarticulado de la pulsión que busca satisfacerse y entonces pueden confundirse deseo y abuso. ¿Hay un goce implicado en el abuso?

Cuando un sujeto es víctima de un abuso, además de la denuncia, se trataría de buscar de qué manera “está comprometido en el abuso del que se queja, qué de su propio goce le hace presa fácil del abuso. No se trata de culpabilizar al sujeto sino de localizar el goce que  le concierne para que pueda hacerse responsable de él y pueda, si quiere, elegir otra cosa”.[3]


[1] Laurent, É., “La época vive una fascinación por la violencia contra uno mismo y contra los otros”, Telam, entrevista del 17 de noviembre de 2013, http://www.telam.com.ar/notas/201311/41125-la-epoca-vive-una-fascinacion-por-la-violencia-contra-uno-mismo-y-contra-los-otros.html
[2] Miller, J.-A., “Demostración en Premontré”, Matemas I, Manantial, Buenos Aires, 1987, p. 171.
[3] Fuentes, A., “El deseo, lo real, hoy”, El Psicoanálisis, Revista de la ELP, nº 33, Barcelona, 2018.

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