Boletín 2: Psicoanálisis y guerra

CITAS ELEGIDAS DESDE LA BIBLIOTECA # 2

¿Por qué nos sublevamos contra la guerra? –S. Freud

El físico Albert Einstein por la Liga de Naciones —antecedente directo de la ONU—, le escribió a Sigmund Freud preguntándole por el más imperioso problema que la civilización debe enfrentar: ¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra?

En esa misiva del 30 de julio de 1932, hay otras preguntas dirigidas al psicoanalista —al que le supone un vasto saber acerca de la vida pulsional y con justa razón: ¿cómo es posible que esta pequeña camarilla someta al servicio de sus ambiciones la voluntad de la mayoría, para la cual el estado de guerra representa pérdidas y sufrimientos? ¿Cómo es que estos procedimientos logran despertar en los hombres, tan salvaje entusiasmo, hasta llevarlos a sacrificar su vida? ¿Es posible controlar la evolución mental del hombre como para ponerlo a salvo de las psicosis del odio y de la destructividad? En términos finales, se trata de “el problema de la paz mundial”.

En septiembre le responderá un Freud, en primera instancia sorprendido por el problema planteado por el científico; luego, aterrado por la incompetencia del psicoanálisis para ofrecer propuestas prácticas ante la guerra. Al final, concluye que se trata de un “filántropo” preguntándole por una prevención “psicológica” de las guerras.

Freud le responderá desde su mejor conjeturar: hará un recuento histórico; marcará las ilusiones bolcheviques del momento —fundamentando su cohesión en el odio al extraño y armándose—; refirió vías indirectas para combatir la guerra, apelando a los ideales y la cultura. Pero, sobre todo, le responderá con otra pregunta: ¿Por qué nos sublevamos contra la guerra?

Desde la Comisión de Biblioteca de la NEL Guayaquil: Patricio Moreno Parra ha recuperado para este Boletín, fragmentos de esas respuestas de Freud; Juan de Althaus puso al día las normas de citación; y, Andrea Robles prosigue colaborando con la maquetación.

Los animamos a leer y extraer sus propias respuestas a estos porqués…

Jessica Jara Bravo, responsable de la Comisión de Biblioteca

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“(…) Sin embargo, un vistazo a la historia humana nos muestra una serie incesante de conflictos entre un grupo social y otro o varios, entre unidades mayores y menores, municipios, comarcas, linajes, pueblos, reinos, que casi siempre se deciden mediante la confrontación de fuerzas en la guerra. Tales guerras desembocan en el pillaje o en el sometimiento total, la conquista de una de las partes (…)”.

Freud, S. (1932-2003), ¿Por qué la guerra?, in Obras completas, tomo XXII, Buenos Aires, Amorrortu, p. 190.

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“Por paradójico que suene, habría que confesar que la guerra no sería un medio inapropiado para establecer la anhelada paz ‘eterna’, ya que es capaz de crear aquellas unidades mayores dentro de las cuales una poderosa violencia central vuelve imposible ulteriores guerras. Empero, no es idónea para ello (…)”.

Freud, S. (1932-2003), ¿Por qué la guerra?, in Obras completas, tomo XXII, Buenos Aires, Amorrortu, p. 191.

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“(… ) Así, la consecuencia de todos esos empeños guerreros sólo ha sido que la humanidad permutara numerosas guerras pequeñas e incesantes por grandes guerras, infrecuentes, pero tanto más devastadoras.”

Freud, S. (1932-2003), “¿Por qué la guerra?, in Obras completas, tomo XXII, Buenos Aires, Amorrortu, p. 191.

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“Una prevención segura de las guerras sólo es posible si los hombres acuerdan la institución de una violencia central encargada de entender en todos los conflictos de intereses. Evidentemente, se reúnen aquí dos exigencias: que se cree una instancia superior de esa índole y que se le otorgue el poder requerido. De nada valdría una cosa sin la otra (…)”.

Freud, S. (1932-2003), ¿Por qué la guerra? (1933 [1932]), in Obras completas, tomo XXII, Buenos Aires, Amorrortu, p. 191.

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“Usted se asombra de que resulte tan fácil entusiasmar a los hombres con la guerra y, conjetura, algo debe de moverlos, una pulsión a odiar y aniquilar, que transija con ese azuzamiento. También en esto debo manifestarle mi total acuerdo (…)”.

Freud, S. (1932-2003), ¿Por qué la guerra?, in Obras completas, tomo XXII, Buenos Aires, Amorrortu, p. 192.

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“Entonces, cuando los hombres son exhortados a la guerra, puede que en ellos responda afirmativamente a ese llamado toda una serie de motivos, nobles y vulgares, unos de los que se habla en voz alta y otros que se callan. No tenemos ocasión de desnudarlos todos. Por cierto, que entre ellos se cuenta el placer de agredir y destruir; innumerables crueldades de la historia y de la vida cotidiana confirman su existencia y su intensidad. El entrelazamiento de esas aspiraciones destructivas con otras, eróticas e ideales, facilita desde luego su satisfacción (…)”.

Freud, S. (1932-2003), ¿Por qué la guerra?, in Obras completas, tomo XXII, Buenos Aires, Amorrortu, pp. 193-194.

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“(…) Es claro que, como usted mismo puntualiza, no se trata de eliminar por completo la inclinación de los hombres a agredir; puede intentarse desviarla lo bastante para que no deba encontrar su expresión en la guerra”.

Freud, S. (1932-2003), ¿Por qué la guerra?, in Obras completas, tomo XXII, Buenos Aires, Amorrortu, p. 195.

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“Si la aquiescencia a la guerra es un desborde de la pulsión de destrucción, lo natural será apelar a su contraria, el Eros. Todo cuanto establezca ligazones de sentimiento entre los hombres no podrá menos que ejercer un efecto contrario a la guerra. Tales ligazones pueden ser de dos clases. En primer lugar, vínculos como los que se tienen con un objeto de amor, aunque sin metas sexuales. El psicoanálisis no tiene motivo para avergonzarse por hablar aquí de amor, pues la religión dice lo propio: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo’. Ahora bien, es fácil demandarlo, pero difícil cumplirlo. La otra clase de ligazón de sentimiento es la que se produce por identificación (…)”.

Freud, S. (1932-2003), ¿Por qué la guerra?, in Obras completas, tomo XXII, Buenos Aires, Amorrortu, p. 195.

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“¿Por qué nos sublevamos tanto contra la guerra, usted y yo y tantos otros? ¿Por qué no la admitimos como una de las tantas penosas calamidades de la vida? Es que ella parece acorde a la naturaleza, bien fundada biológicamente y apenas evitable en la práctica. […] La respuesta sería: porque todo hombre tiene derecho a su propia vida, porque la guerra aniquila promisorias vidas humanas, pone al individuo en situaciones indignas, lo compele a matar a otros, cosa que él no quiere, destruye preciosos valores materiales, productos del trabajo humano, y tantas cosas más. También, que la guerra en su forma actual ya no da oportunidad ninguna para cumplir el viejo ideal heroico, y que debido al perfeccionamiento de los medios de destrucción una guerra futura significaría el exterminio de uno de los contendientes o de ambos (…)”.

Freud, S. (1932-2003), ¿Por qué la guerra?, in Obras completas, tomo XXII, Buenos Aires, Amorrortu, pp. 196-197.

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“Ahora bien, la guerra contradice de la manera más flagrante las actitudes psíquicas que nos impone el proceso cultural, y por eso nos vemos precisados a sublevarnos contra ella, lisa y llanamente no la soportamos más. La nuestra no es una mera repulsa intelectual y afectiva: es en nosotros, los pacifistas, una intolerancia constitucional, una idiosincrasia extrema, por así decir (…)”.

Freud, S. (1932-2003), ¿Por qué la guerra?, in Obras completas, tomo XXII, Buenos Aires, Amorrortu, p. 198.

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“¿Cuánto tiempo tendremos que esperar hasta que los otros también se vuelvan pacifistas? No es posible decirlo, pero acaso no sea una esperanza utópica que el influjo de esos dos factores, el de la actitud cultural y el de la justificada angustia ante los efectos de una guerra futura, haya de poner fin a las guerras en una época no lejana. Por qué caminos o rodeos, eso no podemos colegirlo. Entretanto tenemos derecho a decirnos: todo lo que promueva el desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra.”.

Freud, S. (1932-2003), ¿Por qué la guerra? (1933 [1932]), in Obras completas, tomo XXII, Buenos Aires, Amorrortu, p. 198.

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