BOLETÍN 2 – Hacia la II Jornadas de la Nel Guayaquil

BOLETÍN 2

Hacia la II Jornadas

Presentado por Ana Ricaurte

Lacan, en el seminario 7, refiriéndose a la práctica del alfarero, dice del «objeto hecho para representar la existencia del vacío en el centro de lo real que se llama la Cosa» y que «hay identidad entre el modelamiento del significante y la introducción en lo real de una hiancia, de un agujero ”.

Beatriz García Moreno, psicoanalista en la ciudad de Bogotá, miembro de la AMP y de la NEL nos transmite su apreciación de una obra de la artista Doris Salcedo. Podemos valorar en ella un bordeamiento de lo real en el que el sujeto pisoteado puede pisar el instrumento del abuso como experiencia de reconstrucción de su dignidad, y en tanto lo hace, se vuelve una prolongación del acto creador del artista, en cada pisada, de cada uno de los abusados.

Foto: Beatriz García Moreno

“ Fragmentos ” de Doris Salcedo, 
un paso más allá de la denuncia del abuso

Beatriz García Moreno

La obra Fragmentos (2018) de la artista colombiana Doris Salcedo, concebida como un anti-monumento para conmemorar el acuerdo logrado entre el Estado colombiano y la guerrilla de las FARC en octubre de 2017, a la vez que se ofrece como un dispositivo para no olvidar los horrores de la guerra vivida en las últimas décadas en el país y los abusos efectuados a la población civil en diferentes dimensiones, entre los cuales figura la violencia sexual sufrida por un amplio número de mujeres, permite ir un paso más allá de la denuncia al posibilitar un camino para bordear la experiencia traumática vivida.

La obra combina las ruinas de una vieja casa colonial rodeadas de vegetación nativa del campo colombiano, con amplios vacíos que se ofrecen tanto a artistas que busquen recrear esa memoria, como a los visitantes al invitar a cada uno, no sólo a la rememoración, sino a que exponga su cuerpo a la experiencia de una materialidad llena de ausencias y presencias. La artista propuso convertir las armas de la guerra entregadas al gobierno en ceremonia pública, en las losas del piso de esta construcción. Las armas fueron fundidas y convertidas en piezas metálicas, pero antes de empezar a desempeñar su función en la construcción, fueron dadas a mujeres que habían sufrido violencia sexual por parte de alguno de los grupos del conflicto – guerrilla, paramilitares, ejército nacional- para que terminaran de darles forma. Como lo testimonian en el video que acompaña la obra, allí cada una con su cuerpo, con cada golpe de martillo, logró movilizar su rabia, su desconcierto y su goce sufriente. El cuerpo volcado en esas láminas a modo de impronta, de pliegue, de textura corrugada, las convirtió en estela funeraria para ser colocadas en un espacio simbólico que a la vez que conmemora el rechazo al horror de la guerra, se ofrece a cada visitante como punto de apoyo para la elaboración de su propio dolor.

La denuncia del abuso y los sentimientos que acompañan la obra no se quedan petrificados en el grito y la demanda, sino que encuentran una posibilidad de tramitar lo imposible de cambiar, de bordear el real que se impone y horroriza al querer expandirse sin límite alguno. Las losas que pisa cada visitante, el vacío que conforma la arquitectura y la nostalgia de la ruina que se hace presente, introducen una fisura que introduce alguna luz en el horizonte no sólo a las mujeres que participaron en su ejecución, sino a cada uno que decide, al experimentar la obra, enfrentar la violencia sufrida en su propio cuerpo y descargar algo del dolor que pesa.

Fragmentos se ofrece como dispositivo para una purga con otros. Cada uno tomado en su propia singularidad, atravesado por las memorias de dolor que lo invaden y por las propias heridas, encuentra un lugar para bordear la tragedia propia y la colectiva, para dar un paso más allá de la denuncia del abuso sufrido y permitir la reconstrucción de la dignidad de los sujetos pisoteados.

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