Antes Nora ahora Antonio
Por: Francisco Maquilón – Asociado Nel Guayaquil
“En la vida existen los sapos tontos y los tontos sapos”
Antonio Aguirre
Nos había entristecido la muerte de Nora Guerrero y justo un año más tarde nos entristece e impacta la muerte de Antonio Aguirre. El fallecimiento de Antonio aparece como uno de esos torpedos que alcanzan el casco de un buque en la misma línea de flotación, lo cual genera un bamboleo en la Escuela.
Una enorme presencia de Antonio Aguirre, a quien debo mi formación lacaniana. Antonio era mi analista durante casi 8 años, fue mi maestro, mi analista, su marca hizo quien soy hoy. Siempre le decía que había puesto los adoquines de mi formación.
Se mueren muchas cosas con su fallecimiento, dudo que el psicoanálisis y el mundo de las letras en Guayaquil tengan aún alguna medida de lo que supone su ausencia. Estarán de acuerdo conmigo en que se pierde esa extimidad que Antonio supo encarnar en la ciudad, y en la Escuela el causar siempre impacto con sus intervenciones.
Cómo no recordar su presencia sin ambages. Ese modo irónico marcaba su estilo de interpretar, de leer y de interpelar al que se dirigía a él. Más allá de su carácter polémico para muchos, lanzaba púas que se alojaban en la materia viva de cada frase de quienquiera fuese. Entonces todo se tornaba etéreo, insustentable. Lo que parecía destinado a la cortesía complaciente, se hacía insoportable, pero sin perderse la dignidad del trato. Celebro haberlo conocido, Antonio aportaba la sal que el psicoanálisis necesita, con él sabías que nunca te aburrirías. Que descubrirías nuevos libros, cada encuentro se transformaba en un recuerdo inolvidable. Su deseo decidido me ha abierto camino y ha marcado mi práctica profesional.
Hoy el diván pierde a un gran escucha, lo que supo ser Antonio Aguirre hasta su último día. Antonio murió dignamente, como se espera de un analista. Freud observó las primeras muertes de analistas, las muertes inaugurales que no solamente hablaban de la biografía de una persona sino que hablaban de otra cosa: el deseo del analista y la causa del psicoanálisis. En consecuencia queda su enseñanza, su transmisión, su deseo decidido y su enorme capacidad de invención. Nos queda entonces desde ese legado seguir trabajando, seguir escribiendo, seguir leyendo, seguir cuestionando.
Antonio Aguirre, ¡hasta siempre!